Suele suceder que lo primero que llama la atención en cualquier comic es el arte de portada. No es el caso de The Tale of One Bad Rat, de Bryan Talbot. En comparación con otras resulta bastante insulsa: una chica sentada en el suelo, con apenas una pequeña aureola de color a su alrededor sobre un gran fondo blanco. Sólo después de leerlo te darás cuenta de que esta portada minimalista tiene su razón de ser, ya que intenta evocar la obra de Beatrix Potter, el eje conductor de la historia contenida en sus páginas.
Al leerlo, lo primero que viene a la mente es agradecer que, de vez en cuando, haya un artista que se anime a hacer algo arriesgado. Sobre todo, considerando que esta obra es del año ´94. Tocar un tema como el abuso infantil y explorarlo a través de los ojos de la víctima, además de ser un riesgo a nivel comercial, podría haber sido un desastre en términos dramáticos y artísticos. El hecho es que Talbot pasó años investigando para esta historia, leyendo acerca del tema central y de Beatrix Potter, buscando modelos vivos que sirvieran de referencia para los personajes principales, y tomando fotografías de paisajes y edificios. Todo en su tiempo libre y, por lo tanto, sin las restricciones que podría haber tenido en otras circunstancias. ¿El resultado? Magistral.
Nuestro primer encuentro con la heroína, Helen, es impactante. La vemos en una estación de subte, mendigando y fantaseando con suicidarse, acompañada solamente por su inusual mascota: una rata. Helen es una niña asustada; cualquier clase de contacto físico le provoca pánico, y su lenguaje corporal es un claro reflejo de su estado de ánimo. A medida que vaga por las calles de Londres buscando refugio, los recuerdos vienen a su mente por momentos; así llegamos a armar el rompecabezas de su dura historia familiar. Pero poco a poco descubrimos que Helen también tiene en su interior el potencial para recuperarse. Su amor por Beatrix Potter la llevará a seguir sus pasos, no sólo encontrando una fuente de escapismo en sus obras, sino encontrando también paralelismos con la vida de la autora que le servirán de inspiración.
La impecable narrativa de Talbot logra dos cosas fundamentales: presentar un tema delicado de manera creíble y sin recurrir al melodrama, y entretejer alegorías literarias en la historia principal no sólo sin obstaculizar su flujo natural, sino usándolas para hacer que la historia avance. Durante la primera mitad, el autor ofrece una mirada empática a lo difícil que es la vida en la calle; mientras tanto, usa hábilmente el interés de la protagonista por la obra de Potter para mostrarnos lo que ocurre en su interior. El personaje de Helen se construye a través de dos recursos: los flashbacks, para mostrar eventos importantes en su pasado; y las secuencias de fantasía, donde se imagina a sí misma cometiendo suicidio, o ve a otras personas como animales de fábula. Durante gran parte de la segunda mitad, Helen es acompañada por una rata gigante producto de su imaginación, que funciona como su confidente silenciosa. Talbot usa tan bien todos los recursos narrativos que el hecho de que Helen se identifique tanto con la vida y obra de Potter tiene mucho sentido en el mundo que construye, y es fundamental para hacer de esto no sólo una mirada al tema del abuso, sino una pieza de arte. La historia está tan bien manejada que no necesita ser explícita en su tratamiento del tema; el enfoque está puesto en las consecuencias emocionales y en el esfuerzo por superarlas, más que en el abuso en sí o en el castigo del perpetrador.
Por otra parte, Talbot también sabe cómo mantener el equilibrio entre las palabras y las imágenes. Hay momentos en que las imágenes hablan por sí mismas, con un sutil poder dramático que hace que las palabras estén de más. El arte es impresionante, con una paleta de colores vivos e intensos, sublimes representaciones de los paisajes y encuadres perfectos en las diferentes escenas. El diseño de personajes es fotorrealista y las expresiones en sus rostros están tan bien manejadas que muchas veces sirven para reemplazar el diálogo. Siempre es fundamental que el arte se use en beneficio de la historia, y Talbot es un maestro en el tema.
Así es como el resultado final es una obra que no tiene comparación. La historia es emocionalmente intensa y está narrada de manera sobria, sin recurrir a los golpes bajos para lograr su impacto. Seguramente no será del agrado de todos; no es una obra escapista ni es un tema agradable de contemplar. Pero también es cierto que, como toda buena obra de ficción, va más allá de su temática central para convertirse en una experiencia de lectura atrapante e inolvidable.
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