¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

NOTAS

Poison Ivy

G. Willow Wilson y Marcio Takara llevan adelante una serie regular distinta, rara, que toca de costado el género superheroico pero no se priva de extender sus ramas y raíces al resto del Universo DC.
|
Viernes 17 de octubre, 2025

Entre las cosas de las que puedo jactarme en esta sección se encuentra el hecho de que, allá lejos y hace tiempo, en Mayo del 2015, rescaté el título de Ms. Marvel escrito por G. Willow Wilson cuando nadie daba ni dos pesos por Kamala Khan como personaje, en un momento en el cual en su primera serie regular apenas había alcanzado los 14 números. Estaba cantando entonces que cuando esta celebrada y muy interesante guionista tomara las riendas de una nueva serie regular, sea en la editorial que sea, quien escribe estas líneas iba a estar muy atento y pendiente de lo que nos podía entregar. En Agosto del 2022 sale a la venta el primer número de Poison Ivy, una miniserie pautada para salir en seis entregas con periodicidad mensual que, de funcionar bien en ventas, podía extenderse a un año o más. El guion estaba en manos de la ya mencionada autora norteamericana y el dibujo, en gran parte de una serie que ya ha superado los 30 números, estuvo en manos del brasileño Marcio Takara, un artista idóneo para este trabajo, con una inclinación por la plasticidad y la experimentación en las composiciones narrativas que suma un montón al producto final.

Sin ánimos de exagerar, este volumen de Poison Ivy es la American Gothic del personaje. La referencia al arco argumental del maestro Alan Moore en la clásica serie de culto de Swamp Thing viene dada no solamente por la búsqueda espiritual e introspectiva del personaje sino también por los reveses que tiene, por su muerte y resurrección, por la diversidad y fluidez con la que se exploran relaciones inter-personales no tradicionales, por la claudicación de ciertos mitos y la revisión de conceptos. Pero sobre todo por ser una suerte de road-movie (o en este caso road-comic…) donde nuestra querida y torturada Pamela Isley recorre distintos lugares de Norteamérica, en los que toma contacto con sesgos culturales que en algunos casos alimentan y potencian el odio que le tiene a la humanidad.

En el camino, la guionista confronta creencias de la cultura general sobre el personaje y las contrasta con los hechos, en parte para darle sustancia a las creencias y motivaciones, y también para sacarla de un lugar común al que la asocian por ignorantes. Estoy dando muchas vueltas para explicar que, por ejemplo, Pam no podría ser miembro de una organización como PETA o Greenpeace, aún cuando se la considera una eco-terrorista. Primero y principal porque su interés primordial pasa por la vida vegetal, así que cuestiones como el proteccionismo animal, la explotación de ellos, el anti-especismo,  la caza y pesca, etc., no podrían interesarle menos. Tiene una postura tomada, obviamente, en relación a la destrucción del habitat natural, la deforestación y el cambio climático, pero está más inclinada a intentar interferir desde la ingeniería genética y los cultivos transgénicos que desde el accionar armado en operaciones terroristas, lo cual no quita que cada tanto se ponga al hombro un operativo que podría ser calificado como un acto vandálico a gran escala. Y es muy despierta cuando se trata de movidas progresistas que supuestamente pretenden vendernos alimentación sana y saludable por delante y por detrás, para conseguir la misma, se alteran o destruyen de forma inconsciente ciertos tipos de vegetaciones. Interpela incluso al lector poco despierto muchas veces con estos temas, lo cual es de agradecer.   

Aclarada un poco esta cuestión, el mayor problema con el que se encuentra Willow Wilson a la hora de abordar una serie con este personaje como protagonista es que Pam es una eco-terrorista misántropa, una mujer herida que ha recibido rechazos y abusos varios, entre los que podemos injerir también se incluye una violación, pero en su manos recae el poder de un Dios. Para que la serie se sostenga en el tiempo y tenga algo de coherencia con el mundo que habita, es menester tomar cartas en el asunto y ajustar algunas tuercas: no puede seguir teniendo ese nivel de poder si su deseo final es el completo exterminio de la raza humana. El arco inicial de este viaje va a encontrar a una Pam debilitada, con sus poderes restringidos por la absorción de una espora de lamia, un hongo contagioso que se alimenta de la carne. Con esto en contra, aprovecha la inyección de adrenalina que le da el hecho de tener una cuenta regresiva sobre su vida para intensificar sus planes y orquestar un ataque combinado de este hongo a distintos lugares del país, con el objetivo claro de acabar con la humanidad de manera sutil pero certera. Comenzaremos entonces a acompañar a la protagonista en un viaje por América  que pondrá en jaque toda la identidad de Pamela, de manera íntegra, y eso incluye un replanteo de sus relaciones personales y de su visión del mundo. Hay una búsqueda por construir una personalidad híbrida entre su ser vegetal y su lado humano, y a lo largo del viaje la vemos interactuar con personas que despiertan su empatía y cierto amor por la humanidad, lo cual provocará que, poco a poco, comience a tener dudas sobre sus planes apocalípticos.

La galería de personajes secundarios que veremos desfilar por estos 30 y pico de números es enorme, y por supuesto tendremos participaciones importantes de Harley Quinn y Batman, pero el personaje de más peso en el recorrido que está pegando Poison Ivy en esta serie será Jason Woodrue, mejor conocido como el Floronic Man. Primero, por supuesto, como villano, en unos números épicos en los cuales al final Pam se lo termina comiendo. O al menos eso creímos, en primera instancia. Y luego, en una suerte de year one del personaje, como un mentor de nuestra protagonista, en lo que a mi entender es el pico de la serie.

En este arco de tres números vemos como en sus orígenes Pamela es alumna y amante de un carismático y oscuro profesor Jason Woodrue, quien ejerce una influencia corrosiva y de abuso sobre sus alumnas, en una mezcla de acoso sexual con el aprovechamiento del trabajo de los demás. El atropello es multicapa y el mentor se atribuye los méritos de sus alumnas más brillantes, mientras ejerce el control mediante un perverso juego de dominación emocional y sexual, en una perfecta y retorcida muestra de cómo funcionan las tensiones en las relaciones tóxicas. La relación con Woodrue empuja a Pamela a la delincuencia, y acá vemos cómo gracias a sus carencias emocionales se vuelve adicta a su profesor y a romper la ley. Aparece una alumna que será el nuevo interés “sentimental” de Woodrue, y funcionará como un disparador para los celos de Pam. Todo devendrá en un triángulo tóxico y liberador ya que Isley y la nueva alumna (una vieja conocida, Bella Garten) se harán amantes. Bella hace ver a nuestra protagonista que Woodrue es un explotador, además de una persona que abusa de su poder y autoridad. Comprende la toxicidad del vínculo y se lamenta de que alguien como él emponzoñe y convierta en oscuro y venenoso algo que ambas aman como es la biología.

Poco después de estos eventos, tendremos los primeros actos delictivos de Poison Ivy y sus encuentros con Batman, a quien le achaca que la posicionen a ella como villana cuando ambos combaten lo mismo: la corrupción, las empresas contaminadoras, y las consecuencias de esto que devienen en una Gotham muy intoxicada. Los diálogos entre ellos dos, tanto en este encuentro como en uno posterior, siempre son momentos muy interesantes de la serie pero donde tenemos una versión acartonada y plana de Bruce, con poca empatía por lo planteado y muy taxativo en lo que se refiere a la resolución de ciertas problemáticas medioambientales.

A lo largo de toda la serie, G. Willow Wilson desarrolla una historia ágil que avanza con naturalidad y sencillez, y que invierte mucho tiempo en sopesar el drama con la aventura. No faltan los golpes bajos y las bajadas de línea pero se sienten en concordancia con el camino que recorre Pam. La soltura con la que avanza el guion nos hace pensar que la autora sabe lo que se hace, sobre todo porque no se limita a explorar solamente la bisexualidad de la protagonista y su compromiso vegetal. Marcio Takara es la frutilla del postre, con su dibujo orgánico y naturalista que potencia la belleza de los planos. Sus personajes son muy expresivos, en su mayoría son dueños de rostros bellos, reales, humanos, llenos de matices emocionales, magnéticos, intensos y cuando lo dicta la trama, elegantes o aterradores. Poison Ivy, sobre todo, es una mujer estilizada y sexy pero también es un ser ambiguo, lleno de extrañezas y dueño de un enorme poder, y todo eso se transmite a la perfección desde el dibujo. La convivencia entre los autores es absoluta, y eso es de agradecer ya que Takara se ocupó de la mayoría de los números publicados hasta el momento.

Poison Ivy es una serie regular distinta, rara, que toca de costado el género superheroico pero no se priva de extender sus ramas y raíces al resto del Universo DC con coherencia, para lograr una convivencia incómoda pero efectiva.