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NOTAS

Spectregraph

Terrorífica, emocionante y con un dibujo maravilloso, no puedo dejar de recomendar esta miniserie de James Tynion IV y Christian Ward.
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Viernes 13 de junio, 2025

Matemos al elefante rosado que hay en la habitación lo más rápido posible: si Spectregraph está en esta sección es porque me pasé por encima un montón de parámetros que definen estos textos desde hace al menos una década. Lo principal: no es una serie en curso, es una miniserie de cuatro partes que concluyó a comienzos de este año. El otro motivo por el cual no debería abordar este comic en Maldito Mainstream es porque bajo ningún punto de vista la editorial DSTLRY (se pronuncia «distillery», una referencia directa al acto de destilar) forma parte del mercado mainstream del comic yanki. Pero ustedes bien saben que cada tanto me permito rescatar una serie que raya lo indie para darle algo de aire a la sección, y que no sea una concatenación de héroes heteronormativos encalzados hasta el cuello peleando por la verdad, la justicia y el estilo de vida norteamericano, ¿no?

DSTLRY es una iniciativa editorial que nace en el primer semestre del 2023, impulsada y gestionada por David Steinberger y Chip Mosher, las dos cabezas detrás de ComiXology, una plataforma de distribución digital que llegó a ofrecer, en su apogeo, más de 100.000 comics, novelas gráficas y mangas, siempre bajo el yugo de Amazon. Justamente ese año esta plataforma cierra sus puertas y todo el contenido de la misma pasa a formar parte exclusiva de Amazon Kindle. La idea de ésta editorial es buscar el empoderamiento de los autores y la equidad a la hora de repartir la torta, con beneficios a largo plazo sobre todo para aquellos que formen parte de los lanzamientos editoriales los primeros tres años.

Pero vayamos al meollo de la cuestión: Spectregraph es una historia de terror magistralmente narrada por James Tynion IV y Christian Ward. A quienes leen regularmente Maldito Mainstream claramente les suena el guionista, ya que me cansé de dedicarle entradas con muchas de sus obras de suspenso (The Nice House of the Lake, W0RLDTR33, The Department of Truth…). Christian Ward, en cambio, es un artista británico que se las ingenió para esquivar astutamente cada una de mis reseñas, aún cuando tiene una enorme carrera y ha trabajado con guionistas de la talla de Matt Fraction, G. Willow Wilson, Ram V. o Jason Aaron, cuatro guionistas que sí pasaron por ésta sección.

Resulta que en la costa de California hay una enorme mansión muy exótica que además de costar unos cuantos miles de millones de dólares supuestamente esconde un secreto tremendo y tiene una historia turbia relacionada con una secta, ocultismo y fantasmas. Nada de esto parece importarle a una de las protagonistas del comic, Janie, quien trabaja como empleada en una inmobiliaria que está pasando por un momento muy complicado en lo económico (es ficción esto, por supuesto, en el mundo real este párrafo contiene un oxímoron, ¿no?) y necesita vender esta mansión a como dé lugar.

Con tanta prisa salió de su casa para cerrar este trato que se olvidó a su pequeño hijo sentado en su sillita en el comedor, y cuando se pone en contacto con una amiga para que la asista con este tema encuentra una respuesta negativa. Al llegar a la susodicha mansión, las personas que tienen como objetivo hacerse con este invaluable inmueble (unos frikis todos vestidos de negro a plena luz del día en la soleada California) tienen como representante a Vesper, una joven y agraciada pelirroja que coincide en su estética gótica con el resto de los interesados en adquirir esta propiedad. Vesper fue asignada para ser la única en ingresar a verificar que el interior de la residencia cumpla con los requisitos prometidos, y recién ahí se reunirá de nuevo con sus empleadores para dar cierre al trato.

La verdad de la milanesa es que, en la década del ’60, un excéntrico millonario obsesionado con la vida espiritual y ciertos eventos paranormales, convenció a una secta de la posibilidad de poder crear fantasmas a través de una suerte de espectrómetro diseñado en función de la mansión que levantó. La habitación puntual donde está localizado el ingenio que le da nombre al comic se ubica en el centro de un entramado laberíntico que articula las energías para conseguir este objetivo. En la actualidad nadie está del todo seguro del paradero del dueño y diseñador original de este palacete de ultratumba, ni tampoco de si consiguió su objetivo. Parte de la misión de Vesper tiene que ver con la posibilidad de regresar con pruebas acerca de alguna de estas cuestiones.

Es así como Janie y Vesper quedan literalmente atrapadas en una moderna mansión embrujada, la cual por supuesto está repleta de espectros y fantasmas relacionados con un pasado morboso y escabroso que incluye asesinatos, torturas psicológicas y delirios de grandeza.  Una vez más, lo tenemos a Tynion IV ahondando en su fascinación por las arquitecturas malditas y desarrollando una trama alrededor de una casona que funciona como núcleo y columna vertebral de una trama que recorre décadas y también interpela a los protagonistas con su diseño y sus secretos.

La gracia de Spectregraph viene de la mano de la interrelación entre los personajes: el “olvido” de Janie de su hijo no es un hecho al azar que agrega dramatismo y aumenta la ansiedad tanto de ella como del lector a medida que pasan las páginas y no puede reencontrarse con su hijo ni chequear siquiera si sigue vivo, llegado el caso. No, es el eslabón que la conecta con una relación frustrada y una carga emocional con la cual tiene que lidiar post-separación, ese momento horrible en el cual todo un proyecto de vida se desmorona y todo tu ser se pone en jaque no solo para tus adentros sino también para lo que proyectás al resto del mundo. Sumado a eso, los que se transforman en el daño colateral que arrastra todo final de una convivencia son, como siempre, les hijes y las mascotas, y lo que sucede con ellas, ya sea que van a seguir con nosotros el resto de sus vidas, teniendo que lidiar con esa enorme ausencia que provoca un vacío cuasi-existencial del cual es imposible huir.

Vesper tiene otros conflictos, que no me apresuro a menospreciar pero con los que me cuesta un poco más empatizar, ya que provienen de una mujer de apenas 22 años que todavía tiene mucho por descubrir. En su caso por ejemplo, en un momento de absoluta confusión sobre su ser interior cayó en manos de una persona con una enorme influencia y se dejó convencer de entregar su vida en vano por la promesa efímera de una inmortalidad insulsa, algo que no quiero caer en el encasillamiento de opinar que «le pasó por verde» pero… un poco sí. Juventud, divino tesoro… salvo cuando te gilean por falta de calle, ¿no?

Una vez más, si la magia del relato del neoyorquino no está acompañado del arte, se cae a pedazos. Hay algo en el trabajo de Christian Ward que funciona muy bien en esta serie y tiene que ver con el manejo del color, sobre todo. No le resto mérito a su dibujo, ni a lo expresivo que puede ser, y mucho menos a la versatilidad y frescura en el diseño de las páginas, las cuales en muchos casos evocan complejos diagramas arcanos y no por eso interrumpen o dificultan la narrativa, pero el color es fundamental para este relato.

En muchos casos, la expresividad de los personajes y su convivencia con el entorno dependen exclusivamente de los colores elegidos, con paletas muy vívidas y vibrantes para momentos en el exterior o situaciones sin mucha preocupación, y colores muy oscuros y fríos que crean ambientes perturbadores, levemente cortados por algún brillo acá o allá. Eso por no mencionar los fantasmas y su elaborada confección, producto de las distintas “impresiones” que el espectógrafo pudo tomar, un espectáculo único que solo un medio como la historieta te puede ofrecer de esta manera.

Con un comic como Spectregraph, resulta sencillo extenderse más de lo recomendado para ahondar en detalles exquisitos. Pero como la serie consta tan solo de cuatro números y el cierre me pareció muy ajustado y correcto, quiero concluir esta entrada solo recomendando darle una oportunidad a una de las obras más interesantes de DSTLRY, una editorial que llegó para quedarse.