Hoy el mundo se arrodilla antes los superhéroes, sobre todo cuando nos acercamos a uno de los 5 o 6 estrenos cinematográficos del año que adaptan personajes de las editoriales Marvel o DC, pero cuando yo era chico, el mundo era verde y las Tortugas mandaban.
Como ha sucedido pocas veces en la historia moderna, la historieta sería el puntapié inicial para desatar una locura sin igual en todas las latitudes posibles, y los artífices de esta magia serían Kevin Eastman y Peter Laird, quienes en 1984 decidieron lanzar una sátira sobre los comics más populares de ese momento bajo el nombre de Teenage Mutant Ninja Turtles. Lo que comenzó casi como un chiste para presentar en una convención en forma de fanzine se terminó transformando en un movimiento que desencadenó múltiples series animadas, cinco películas, diversas colecciones de juguetes y varios videojuegos, por mencionar sólo algunos de los medios que fueron afectados por esta franquicia.
Ya mucho más cercanos al día de hoy, en el 2011, la editorial IDW Publishing, aprovechando el relanzamiento de estos personajes en una nueva serie animada para Nickelodeon y ante el anuncio de un reboot de la franquicia en cine producida por el exitoso Michael Bay, logra hacerse con los derechos de publicación de una nueva serie regular que contaría nuevamente el origen de estos personajes y relataría toda una nueva cronología, combinando de forma fantástica lo mejor que nos habían dejado el comic original de Mirage Studios (editorial fundada por los propios Eastman y Laird) con algunos pocos elementos tomados de las series animadas.
El gancho principal que tendría este comic y el motivo por el cual IDW se blindaba contra posibles críticas negativas era la colaboración del propio Kevin Eastman en los guiones e inclusive aportando bocetos, al menos en los primeros cinco números de la serie. Nadie más indicado para “resetear” a estos personajes que uno de sus creadores, ¿no? El elegido para reemplazar a Eastman en los lápices desde el sexto número es Dan Duncan, un egresado de la Joe Kubert School que logra cerrar un trabajo muy acertado. Por otro lado, el guionista que terminará por pulir los plots del maestro es Tom Waltz, un escritor que contaba con un enorme historial dentro de esta editorial.
La mayor ventaja con la que todo el equipo contaba para este relanzamiento es la autocrítica. Más allá de la popularidad que lograron tener las Tortugas años atrás, el comic original tenía un montón de errores de continuidad, por no mencionar muchísimas desprolijidades relacionadas con el origen, algunas casi risibles. El problema con ese número inicial es que en realidad nunca fue pensado para una serie regular, mucho menos para que terminara siendo la punta de lanza de un fenómeno de alcance mundial, y así es como hay algunas escenas y situaciones que, leídas con un ojo crítico, son inverosímiles incluso para un comic de acción de este tipo que sólo busca entretener un buen rato.
¿Una rata que aprende artes marciales por imitar a su amo? ¿Tortugas bañadas en un líquido experimental que luego son casualmente encontradas por esta misma rata? La suerte y la casualidad tomaban demasiado partido en este comienzo y le quitaban credibilidad al relato, aún cuando el mismo sería protagonizado por personajes antropomórficos. Pero la frescura y originalidad de este comic primaban, y lograban que nosotros, los lectores, nos permitiéramos hacer todas las concesiones necesarias para poder disfrutar sanamente de estas aventuras.
En la nueva serie de IDW, Eastman y el resto del equipo logran no solo balancear lo fantástico y nivelarlo para que se acomode al tono de la serie sino que, además, encuentran la forma más certera de involucrar mitos del Japón medieval con avances genéticos de la ciencia y visitas alienígenas, y que todo tenga sentido y vuelva a ser muy entretenido. El nuevo origen es mucho más complejo y rico, y tiene conexiones con un pasado reciente pero también con uno que ocurrió hace cientos de años, y retoma el tema de la venganza pero también el de la redención, y no está exento de la mejor filosofía que rodea a muchas de las más conocidas artes marciales.
En los primeros cinco números nos vamos enterando, a cuentagotas, que Hamato Yoshi era un miembro del Foot Clan en el período del Japón feudal, el cual estaba liderado por Oroku Saki. Cuando Yoshi decide abandonar el Clan por diferencias con Saki, este último manda asesinar a su esposa y sus 4 hijos, pero sus ninjas sólo logran herir de muerte a la mujer y son derrotados por Hamato, el cual, cumpliendo el último deseo de su mujer antes de abandonar este mundo, huye con sus hijos y se esconde. Años después, Saki logra encontrar a los sobrevivientes y ejecuta impiadosamente a los hijos de Yoshi para luego acabar con la vida de nuestro héroe, el cual jura venganza, por supuesto. Los espíritus de Yoshi y sus cuatro hijos se terminan reencarnando en el cuerpo de una rata y cuatro tortugas que estaban cautivas en un laboratorio genético, en el cual trabaja la pasante April O’Neil. Ella se encariña con los quelonios y los termina bautizando como Leonardo, Michelangelo, Donatello y Raphael, dado que en ese momento estaba estudiando el período renacentista en una cátedra relacionada con el arte.
El resto de la historia es bastante parecida a lo que recordamos de los distintos orígenes que nos fueron narrados en comics, cartoons o películas para cine: el laboratorio es atacado por Ninjas del Foot Clan, April casi muere en dicha intrusión, pero la rata –la cual tiene el espíritu de Yoshi y ahora es bautizada Splinter- logra salvar el día y rescatar a las tortugas en un oscuro callejón de las afueras del laboratorio, en medio de una trifurca con ninjas y un gato. Accidentalmente los ninjas, en la huída, dejan caer unos compuestos químicos que se terminan mezclando y bañando a todos los animales, y en el quilombo Splinter logra alejar al gato de una de las tortugas, mutilándole un ojo, pero solo puede rescatar a tres de ellas y arrastrarlas a las alcantarillas. Por supuesto que estos líquidos extraños terminarían por afectar a las tortugas y a la rata, pero también al michifú, el cual se terminará transformando en Old Hob, un villano recurrente de nuestros héroes.
Raphael es la tortuga que queda a la deriva, la cual se termina encontrando meses después con Casey Jones, entablando con él una fuerte amistad. No pasará mucho tiempo de ese encuentro en el que vuelva a reunirse con su familia, sus hermanos de sangre y su padre adoptivo, y el círculo pueda cerrarse.
Esta nueva apuesta de IDW para esta franquicia no sólo cuenta con los elementos originales casi intactos de las historias previas, sino que ofrece una reversión madura e inteligente de prácticamente todos los personajes secundarios, además de una reversión de cada una de las tortugas como pocas veces hemos visto. El estilo oscuro y dinámico de los trazos de Duncan (y más tarde del maestro brasileño Mateis Santolouco) emulan el mejor Eastman de los ’80, y dotan al comic de una potencia que se disfruta página a página. Y el diseño de personajes es exquisito, porque utiliza una amalgama entre el comic original y la segunda serie animada, y le otorga a este relanzamiento una frescura que lo acerca mucho a las impresiones que nos causó la obra original.
Las aventuras que han vivido hasta el día de hoy nuestros héroes han sido infinitas, e incluyen más adopciones, viajes en el tiempo, guerras entre organizaciones, clanes e incluso planetas, deserciones, traiciones, alianzas inesperadas, amores y desamores… con el paso del tiempo el comic se vuelve difícil de clasificar, pero sobre todo imposible de abandonar. Y la habilidad de los editores para expandir el universo por afuera de la serie consistió en entregar muchísimas aperturas pero todas muy controladas: dos anuales, dos One-Shots, seis mini-series y las dos micro-series de 8 números cada una, dedicadas a 8 héroes y 8 villanos. Las Tortugas Ninjas viven en el papel, y gozan de muy buena salud. ¡Cowabunga!


