La década de los ´90 fue cuanto menos caótica para nuestro amigo Daredevil. Al no estar éste supeditado a ninguna franquicia puntual de la editorial -léase mutantes, arácnidos o vengadores- podríamos decir que fue bastante libre y que el autor de turno gozaba de cierto margen de independencia en la serie. Recordemos que en la década precedente, el personaje tuvo la fortuna de ver pasar por sus páginas a inmensos autores de la talla de Frank Miller, David Mazzucchelli, Ann Nocenti o John Romita Jr., entre otros. Pero comenzada la rabiosa década de los´90, la serie cae en manos de dos desconocidos autores: el guionista Dan Chichester y el hoy famoso dibujante Scott McDaniel (conocido por series como Nightwing o el propio Batman) quienes, poco después de superados los 300 números del título, se embarcan en una saga llamada Fall From Grace. Desde el vamos, Chichester y McDaniel se proponen romper moldes y recuperar atmósferas y elementos de la mítica etapa de Frank Miller, mientras en el camino Daredevil consigue nuevo uniforme (con armadura y todo), más acorde a los tiempos que corren, y desatan una seguidillas de sagas, como Tree of Knowledge, donde desarrollan con mayor o menor fortuna sus particulares dotes artísticas.
Pero el poderío inicial (o los fuegos artificiales en demasía, según como lo queramos ver) de aquella Caída del Paraíso, se va desvirtuando y diluyendo con el pasar de los números, y sobre la mitad de la década, la serie vuelve a naufragar. Es entonces cuando llega al titulo un prestigioso guionista, famoso por su célebre etapa al frente del Captain America y por aquella pequeña joya ochentosa que fue Kraven´s Last Hunt en las páginas de las series arácnidas (ambas obras junto al dibujante Mike Zeck): el amigo Jean Marc DeMatteis. Este trae a las páginas del Cuernitos su particular narrativa, que abunda en melodrama interno y pasajes de tintes psicologicos (al igual que lo hiciera en Last Hunt), para lograr reestablecerr cierto status quo del personaje y dejarlo pulido para el siguiente equipo creativo. Curioso el caso de que el pobre DeMatteis parece ser el elegido por la editorial como autor de tránsito, para recuperar en parte la calidad media de tal o cual personaje (idéntica labor desempeñó casi al mismo tiempo en la serie de otro clásico héroe como es Silver Surfer).
Para llevar a cabo dicha jugada, DeMatteis inicia su etapa con el número 344 (Sep.1995), donde desdobla al personaje y marca la aparición de un nuevo Daredevil, quien utiliza el uniforme original del héroe (el diseñado por Bill Everett para el Daredevil nº1 de 1964, no el clásico rojo) y que va haciendo de las suyas a lo largo de los siguientes números, en paralelo al quiebre mental que va sufriendo su torturado gemelo. En el medio de todo esto tenemos a unos confundidos Karen Page y Foggy Nelson, que no entienden las constantes apariciones simultáneas de dos hombres sin miedo, un villano cuanto menos curioso (no hay forma de describirlo, hay que leerlo) y unos pasajes que nos llevan directamente a la mítica obra de Miller y Romita Jr., The Man Without Fear, ejecutada unos años antes en formato de miniserie.
DeMatteis cocina a fuego lento una saga donde no se sabe para dónde pueden ir las cosas, y como mínimo se le puede reconocer al autor la sorpresa que nos depara el final de la misma, que coincide con la llegada de la serie a su número 350. La deconstrucción mental del héroe (o héroes) se salda con una batalla final con el villano y consigo mismo, quebrado Matt Murdock y asumiendo su situación y presente, éste hace las pases con su pasado y consigo mismo para renacer en cuerpo y alma, marcado por la recuperación del clásico traje rojo y de una sonrisa que remite a tiempos mejores.
Podríamos aquí hacer un paralelismo, tirado de los pelos tal vez y salvando las distancias-abismos- en cuanto a la calidad, con esa obra maestra absoluta que resultó ser Born Again (Miller-Mazzucchelli, 1986) en cuanto aquella relataba la caía a los infiernos de Matt Murdock y su posterior ascensión y resurrección (qué cristianos nos estamos poniendo, por Dio´). En esta otra saga, la caída y resurrección del personaje se da más en un plano mental que físico, aunque de esto tambien habrá de padecer, remarcando la por momentos débil y volátil cordura de nuestro querido Diablo Guardián.
A lo largo de este periplo, DeMatteis se verá acompañado por el correcto dibujante Ron Wagner, que sin hacer una maravilla y con un estilo a medio camino entre lo desgarbado (tratando de emular por momentos al gran Bill Sienkiewicz) y lo simple, logra plasmar en el papel con audacia las ideas del guionista con algunas secuencias y planos dignos de las mejores etapas del personaje. Válido es mencionar el aporte del dibujante Cary Nord, quien acá colabora en un número y luego devendría en artista titular de la serie, ya con el amigo Karl Kesel a los guiones. Faltarían apenas unos años más para que el personaje y la serie se relanzaran bajo los auspicios de los Marvel Knights de Joe Quesada, con nuevo número 1 y el famoso Kevin Smith a los guiones.
Leer a DD durante la década del ´90 supone asumir los altos y bajos y la deriva que toda serie de la Casa de las Ideas sufría de por sí y solo por la incercia de un universo compartido y de la coyuntura editorial. Pero aún así, la calidad media de la serie siempre estuvo bastante por encima de muchas de sus contemporáneas. Y no es para menos: en una década tan rabiosa, el Hombre sin Miedo aún destilaba la chapa obtenida durante la década anterior y el favor de cierto sector del fandom que lo consideraba como el héroe al filo del abismo. La vanguardia es así.


