Ted McKeever es uno de esos grandes de los que se habla poco, pero cada vez que surge la oportunidad de repasar algo de su obra, uno termina por preguntarse por qué todo lo que hizo no tuvo más difusión. Obviamente que nunca iba a formar parte del mainstream, ya fuera por su estilo (tan alejado de los estilos clásicos de DC y Marvel), su narrativa, su uso del color, el hecho de que mayormente sus comics suelen ser proyectos totalmente individuales y personales… Como sea, McKeever siempre fue un distinto, y en muchos casos, por esa misma razón, mejor que la mayoría.
Una obra muy recordada y que se publicó a principios de los ´90, entre 1990 y 1992, fueron los dos volúmenes que componen la saga “Metropol”: el primero compuesto de 12, y su continuación (titulado “Metropol A.D.”) de tres. Ambas debutaron en Epic, el sello de Marvel dedicado al comic de autor, apuntado al público adulto.
Al comienzo del primer número, la serie parece enfocarse en la historia aparentemente mundana y aburrida de un hombre adulto promedio llamado Jasper Notochord, cuya vida parece transcurrir sin pena ni gloria en la ciudad, que se nos presenta como oscura, opresiva, y contaminada. Inmediatamente al comienzo del capítulo, Jasper es visitado por un par de detectives que parecen acusarlo injustamente de algo que el protagonista dice no recordar o saber, y se da un clásico intercambio de los que suelen verse en tantas series policiales en las que los agentes de la ley presionan a algún testigo o sospechoso para obligarlo a decir lo que quieren oír. Da la impresión de ser un comic del género crime noir, al menos durante el primer número. Lo interesante, y que de hecho es lo que te anima a seguir leyendo, es que -mientras esto ocurre- vemos pistas de cosas que suceden tanto en los alrededores como en la psiquis de Jasper. Con estas pistas, McKeever nos da a entender que hay cosas que se escapan de lo mundano que aparenta ser esta historia a primera vista, y ya desde el número siguiente vamos a empezar a comprobarlo.
En los números que siguen, se nos revelan cada vez más personajes y detalles que nos confirman que la historia es otra: Metropol toma una dirección para el lado del misticismo, la religión, combinado con una estética que deja de lado el aspecto meramente urbano y se convierte en una combinación entre los paisajes post-apocalípticos, fuertemente industriales, con luchas entre demonios y ángeles. Parece que fuera una ensalada de cosas imposibles de combinar, pero McKeever presenta todo de una forma que funciona muy bien, y por muy bizarro que parezca, tiene sentido. Con el correr de los números conoceremos a los demás personajes que van a formar parte del elenco, entre ellos un par de los protagonistas de la obra anterior de McKeever, “Eddy Current”, de la cual “Metropol” es secuela. De hecho, el propio Eddy Current reaparece en los últimos números del primer volumen de Metropol, primero en una historia complementaria, y luego se incorpora a la trama principal, donde vuelve a cruzarse con Nun (monja), personaje secundario de su comic, que acá se presenta como “Sarakiel” y cumple otro rol.
El protagonismo de la historia cambia de manos en algún momento, de forma orgánica, de Jasper, a Sarakiel, cuyo rol es central dentro de la historia. Es de alguna forma, el personaje que va a llevar la dirección y el hilo conductor. A Jasper (quien pasa a ser poseído o más bien, reemplazado por el ángel Enoch) y Sarakiel, los acompañan un elenco de ángeles y humanos que se unen para combatir a los demonios que invadieron la ciudad. Los ángeles son personajes que al igual que Jasper (o más bien, Enoch) fueron humanos anteriormente, y pasaron luego a formar parte del pequeño grupo de ángeles.
Si bien de movida uno podría pensar que el tema de los ángeles y demonios en los comics parece estar muy quemado, como que casi cada autor tiene alguna historia con esa clase de personajes, y en su mayoría suelen estar llenas de clichés del género de superhéroes y resultan hasta aburridos a veces, McKeever aborda éstos conceptos desde otras óptica. Introduce elementos en sus respectivos diseños, como los metales y los símbolos en el caso de los ángeles, que los hace sentir novedosos y frescos. Los demonios, por su parte, son de los más grotescos y asquerosos, y como es de esperar, son millones, ya que la mayoría de la gente al momento de convertirse, acaban por ser demonios. En las últimas páginas de los primeros números aparecen publicadas notas de McKeever sobre el significado de los símbolos y el uso de los metales, así como el rol de los ángeles y varios puntos más. Ahí nos damos una idea del tremendo trabajo de investigación que hizo el autor antes de abordar este comic, ya que sin duda incorpora muchas cosas, no solo de los textos bíblicos, sino da varias otras fuentes literarias.
Básicamente los 12 números del primer volumen se enfocan en presentar a los personajes, los poderes de cada uno, explicar el conflicto, y dejar todas las cartas sobre la mesa para desarrollar la guerra épica entre ambas facciones, que explota en los tres números que componen Metropol A.D., el segundo volumen.
McKeever se encarga de todo, la historia, el guion, el dibujo, el color, y el resultado es impecable. El trazo de McKeever es espectacular y nada convencional, como dije al comienzo, totalmente alejado del dibujo clásico y académicamente correcto de otros artistas más convencionales, y sin embargo, realmente hipnótico y atrapante, lleno de recursos artísticos (algunos heredados de Alberto Breccia), muchísima atmósfera (casi se puede respirar el smog a través del papel), con imágenes que son tan grotescas como evocativas.
Hay varias ediciones recopilatorias, en TPB y hardcover, a color y en blanco y negro, incluso de distintas editoriales, que traen la obra completa, es decir, los doce números de Metropol y los tres de Metropol A.D.. En mi opinión, la forma correcta de recopilarlo es esa: los 15 números en un solo tomo.