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NOTAS

¿De qué te reís?

La peli del Joker es un extracto de un mundo en otro. Es sacar a un personaje de su entorno y ver qué se puede hacer con él.
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Martes 03 de diciembre

Parece que vivimos en tiempos en donde las grandes producciones de Hollywood que se abocan a plasmar en la pantalla grande a los personajes de comics intentan disimularlos lo más posible.

Parece ser que para que el gran público los acepte, hay que sacarlos lo más posible de su verdadero e innato entorno.

Parece ser que extraerlos de su ambiente natural es lo único que puede barnizarlos con un brillo de “realismo” necesario para que la taquilla triunfe.

Ya lo había intentado Christopher Nolan en su fallida trilogía, donde plasmó un Guasón maravilloso, sí, pero totalmente rupturista de lo que con él habían hecho cientos de guionistas a lo largo de los años. Funciona, es cierto. Y la película (The Dark Knight, de 2008) es una locomotora, no tanto por Batman sino por ese hombre que se hace llamar Joker y que no se ríe en casi toda la película.

Parece ser que el personaje es un oasis actoral deseado por los mejores actores del momento, en donde logran difuminarse bajo una máscara blanca y roja. Cuando está bien interpretado, el actor se va, se pierde entre morisquetas, voces en falsete, pelo verde. Pero desaparece en el buen sentido: la fuerza motriz del payaso es tanta, es tan grande su poder visual y narrativo, que (repito, cuando lo toma un buen actor, olvidémonos de la abominable Suicide Squad) solo queda él en la cinta: ese Joker que se adapta al momento en el que vive.

Como los personajes de comics en general. Batman es quizás el caso más claro: el de un concepto, una idea que cambia según los tiempos y puede ser dark, camp, estúpido, glorioso, épico, serio, solemne. Y la gente, increíblemente, lo acepta. ¿Qué pasaría si mañana saliese una película de James Bond donde bailaran el Bond-go-go y la psicodelia se apoderara de lo visual? Bueno, pensándolo bien, quizás no estaría tan mal. Pero esa es otra discusión.

Lo que intento llevar a la charla es la necesidad de Hollywood de hacernos olvidar que eso que nos están contando proviene de aquellas revistitas de mierda que no le interesan a nadie y son solamente para idiotas.

Esta nueva peli del Joker, interpretada por el gran Joaquin Phoenix (actor del carajo, raro, del “método”, que la rompió en la casi ignota “I’m still here”), es un extracto de un mundo en otro. Es sacar a un personaje de su entorno y ver qué se puede hacer con él. Como esas series que se cansa de hacer Warner basadas en Batman, en donde vas a ver a todos los personajes de su mundo (héroes, villanos, personajes secundarios, terciarios y así hasta el fucking infinito) pero nunca vas a ver a Batman. O la (por momentos) linda serie de Smallville en donde capítulo a capítulo esperabas ver volar a un Clark adolescente y que nunca lo lograrías (o casi).

En ese sentido, Marvel siempre fue más inteligente: lleva a la pantalla a aquellos personajes que pueden llevarse (Daredevil, Luke Cage, Jessica Jones, etc), con mejores o peores resultados, pero al menos el héroe que te gusta, al que seguís, está ahí. Y no tiene 12 años y se va por el mundo mientras un señor gordito hace “cuac” sin ningún sentido.

En esta nueva Joker, decía, pasa algo similar. Y se cambian incluso conceptos que son cuasi herejía pop recargada y sangriente. Ejemplo: Thomas Wayne no es el tipazo que cría a un futuro Batman, sino un empresario bastante inescrupuloso. ¿Para qué eso? ¿Para qué una película del Guasón sin Batman? ¿Para qué cambiarle cosas a un universo que funciona y que sirve y que emociona? ¿Por qué no hacer directamente una película de un loquito que hace de payaso y listo, sin ninguna conexión con DC?

Seguramente la va a recaudar toda en la taquilla, seguramente ganará todos los premios habidos y por haber. Seguramente el actor se llevará el Oscar y muchos nerds se sentirán reivindicados en su honor comiquero. Pero lo que se está premiando no es lo que ellos consumen y leen. Lo que está levantando tan buenas críticas no está basado en ese mundo que nos apasiona y que muy poca gente conoce fuera del ghetto… es otra cosa.

Es alejarse de aquello que nos gusta, pero quedarse lo suficientemente cerca para atraer a los mejor de ambos mundos. Sacar chapa de “esto es una historieta, giles”, pero a la vez no lo es ni lo será nunca. O mejor dicho, empezará a serlo luego de la mega-fortuna que amasen. Porque siempre pasa: luego de un éxito, todo aquel mundo en 2D que consumimos se debe adaptar infaliblemente a aquella última visión que el gran público tiene de tal o cual personaje.

Y mientras… algo se pierde. Se gana, sí, pero se vira 180 grados. Se va a un lugar cada vez más sombrío y oscuro en donde el color y la maravilla quedan minuto a minuto más relegados.

En la serie animada “Batman: The Brave and the Bold”, el Joker tiene la típica cara cincuentosa de boca gigante, estirada, imposible. Calza traje verde, violeta. Salta, se caga de risa, anda en un joker-móvil, hace trampas gigantes, se desvive por Batman pero nunca se decide a matarlo. Deja pistas de sus crímenes, se solaza cuando el murciélago las entiende y lo atrapa, y vive en el perpetuo juego de la diablura y salir corriendo. El Joker es eso. Evoluciona, como los artistas que le dan vida, pero siempre dentro de un marco del que no conviene alejarlo mucho para no perder su esencia.

El Joker que hoy está en boca de todos es triste, solitario, gris, sórdido y letal.

Me quedo con el primero.

Parece que voy a ser uno de los pocos en elegir así…