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NOTAS

Dead Dead Demons DeDeDeDe Destruction (parte 1)

Ya estamos en el fin del mundo: Inio Asano nos invita a disfrutar de su apocalipsis pasivo.
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Lunes 13 de octubre, 2025

En el marco de la previa a los Juegos Olímpicos, Tokio está a punto de estallar y el gobierno conspira para ocultar el peligro sobrenatural de sus ciudadanos mientras un grupo de jóvenes se ven involucrados en el bardo, pero no es Akira. Un bicho futurista le presta a una estudiante de primaria su tecnología avanzada con convenientes usos para la vida cotidiana, pero no es Doraemon. Sumale a esta ensalada un específico aprecio por K-ON! y el neogénero de cute girls doing cute things e Inio Asano te sirve una historieta imprecedente acerca de invasiones alienígenas, salir con amigas y contemplar pasivamente el fin del mundo.

Todo esto arranca en 2014, cuando el consagradísimo Inio Asano, alguna vez considerado un enfant terrible del manga (que a esta altura tenía más de 30 años y de enfant no tenía nada), comienza a publicar este título a primeras impronunciable. Ya había concluido Oyasumi Punpun, la serie que lo había puesto entre los autores más reconocibles de la industria, había atravesado la burbuja japonesa y alcanzado reconocimiento en Occidente (¡y sin una adaptación animada!, apenas una modesta película con actores que adaptó su corto manga Solanin). Después de deprimir a toda una generación de lectores de todo el mundo con la historia de la juventud de un garabato, siguió trabajando en historias cortas y distintos proyectos hasta que finalmente, en su actual casa, la Big Comics Spirit de Shogakukan, empezó Dead Dead Demons. La serie se publicó durante unos ocho años y concluyó a principios de 2022 con 12 tomos recopilatorios y la confirmación de una adaptación animada en el futuro cercano.

El mismo Asano plantea que su acercamiento a dibujar manga había cambiado bastante desde su anterior obra larga. Sin una trama a gran escala al momento de empezar, se concentró en establecer un grupo de personajes interesante, un escenario lo suficientemente amplio como para para escribir con libertad diferentes tipos de historias y, sobre todo, el objetivo de producir un manga que fuera divertido de leer entrega a entrega. Inspirado por tratar de hacer algo que hiciera sentir bien al lector (para variar), y después de rechazar su idea original de hacer su propia versión de Doraemon (algo que vamos a tocar después), se lanza a esta nueva serie.

Dead Dead Demons DeDeDeDe Destruction va de que un día aparece encima de Japón una nave espacial tremenda. No ataca a los humanos, pero causa tanto caos solo con estar ahí flotando que los gobiernos del mundo le tiran una bomba, lo cual solo empeora más todo: deja a un distrito permanentemente contaminado, provoca destrucción, muertos y desaparecidos en el quilombo y, encima, no le mueve un pelo a la nave. Tres años después, la nave nodriza sigue ahí, flotando, y la sociedad, por lógico desgaste, acaba por simplemente acostumbrarse y adaptarse a su presencia.

Es en el contexto de un mundo post-invasión que convive este grupo de chicas en su último año de secundaria. El grupo está integrado principalmente por Kadode y Ontan, dos pibas extrovertidas y estrafalarias (principalmente Ontan) que se manejan con la dinámica de un dúo comédico y cuyo mayor drama en la vida es su kill/death ratio en los juegos online, algún que otro chico y pasar tiempo con el resto de sus amigas. Kadode es fanática del manga Isobeyan (una parodia de Doraemon) y quiere ser editora. Ouran insiste con que quiere conquistar el mundo y levantar el velo de las falsedades de las redes sociales. Uno lee a estas dos chicas (y, en la periferia, al resto de sus amigas) y no puede evitar pasarla bien con sus idas y vueltas y su retórica completamente quemada por horas de videojuegos y por existir como adolescentes en un mundo más condenado de lo usual.

En este fin del mundo, las protagonistas son agentes pasivos del gran y obvio elemento gigante que flota sobre ellas. Afecta sus vidas, por supuesto, pero (al menos, al principio) tienen cero influencia en el destino de su mundo. Si mañana apareciera una nave espacial flotando sobre, no sé, Rosario, ni vos ni yo tendríamos tampoco mucho que hacer al respecto. Sin embargo, esa cosa sí que nos cambiaría a nosotros. Va desde las cosas más chicas, como que el pronóstico del tiempo avisa cómo el viento mueve a la nave y que la gente decide si sale con o sin paraguas dependiendo de si la nave espacial les hace techito. Cosas un poco más complejas, como que exista la paranoia por que los “invasores” sean radiactivos y algunos vayan por la vida con un medidor de radiación y solo compren comida que se promocione como “descontaminada”. Y también atraviesa cosas bastante más demenciales como que la aparición de la nave lleva a un exacerbado militarismo en Japón, lo cual a su vez provoca que el gobierno y las empresas privadas de defensa quieran venderle a la sociedad en general y a los jóvenes en particular esto como algo copado. Así se produce un deslizamiento cultural que termina con los robots piloteables y los androides exterminadores como parte de la cultura otaku y que las idols te promocionen una máquina de matar enorme como algo kawaii.

En todos los estratos de la sociedad, los “invasores” (o, mejor dicho, la idea de los “invasores”, porque la mayor parte de la gente nunca vio uno) dejaron su marca. Y ni siquiera mencionamos la situación internacional, cómo de pronto Japón está en el centro del mapa para una guerra entre potencias que quieren adueñarse de la nave y su tecnología. O cómo ya demasiadas empresas e industrias ahora dependen de que los “invasores” y el miedo hacia ellos sean moneda corriente. O cómo los ataques a la nave nodriza y sus navecitas más chicas pueden llevarse puestos barrios enteros y matar a un montón de gente debajo y esto puede taparse con un par de escándalos menores en las redes. O cómo empieza a formarse una grieta entre los que quieren que el gobierno mate a todos los “invasores”, y grupos que insisten en una solución diplomática y dejar de atacar a esta raza que en teoría todavía no les hizo nada a los humanos.

Todo esto termina por sentirse demasiado parecido a nuestro mundo. Al principio de la serie, el gobierno tira un rayazo láser, destruye a una navecita y todos en la calle, incluyendo al Juan Carlos Nadie más “apólitico” que conozcas, se ponen a festejar al grito de “¡NIPÓN! ¡NIPÓN!” como si hubieran ganado el Mundial. La sociedad ya está completamente deformada, adaptada a estas nuevas circunstancias, y lo vemos desde la nuestra, perturbados, pensando “esto re pasaría si acá cayera una nave espacial”.

(el lunes, la segunda parte)