Vamos a establecer algunos parámetros para entender donde estamos parados con esta reseña. Action Comics es una de las dos series regulares de Superman que, por suerte, gozan desde hace un tiempo de muy buena salud. En el caso puntual de este, desde la saga de Warworld de Phillip Kennedy Johnson hasta el presente (algo que sucedió hace cuatro años y 50 números atrás), no somos pocos los que podemos asegurar que, números más, números menos, la serie logró cierta estabilidad y en la mayoría de los casos sorprendió, al punto tal que DC en cierto momento decidió utilizarla como pantalla visible de lo que estaba pasando por la editorial, y por consiguiente poner a su mejor guionista del momento al frente de la misma.
El período que voy a abordar con esta reseña es justamente desde el momento en el que toma las riendas del título Mark Waid, pero sepan ustedes que no lo hago sin un dejo de dolor y pena, porque evito hablar de momentos y sagas realmente geniales, como por ejemplo todo lo que le pasó en la relación entre Metallo y Luthor en los primeros días del regreso de Kal-El a la Tierra, la saga de Bizarro, House of Brainiac, la saga “Revenge of the Demon” donde nuestro héroe kryptoniano se cruza con Etrigan y el mismísimo John Constantine, y también evito escribir sobre los primeros días en la tierra de Osul-Ra y Otho-Ra, los super-mellizos, hijos adoptivos que Clark se trajo del Mundoguerra, ¿no?
Sí, todo eso. Y más. Si les interesa una reseña especial de toda esta etapa la pueden pedir en los comentarios en las redes de Comiqueando, y vemos con Andrés cómo lo manejamos. Por lo pronto, acá tenemos el aterrizaje de Mark Waid, quien acompañado por los lápices del jamaiquino Clayton Henry, plantea una maxiserie de 12 números donde pretende revisitar, reformular y refrescar todo lo que conocemos acerca de la Phantom Zone, todo aquello que siempre nos preguntamos sobre la misma, sus secretos, sus pormenores, el microclima social que existe y co-existe en ese lugar, el alcance que tuvo y tiene en la vida de la Casa El y lo que significa para la herencia kryptoniana de Kal-El. Sin que nos demos cuenta, nos veremos inmersos en planteos morales y cuestionamientos éticos disparados, mayormente, por la altanería con la cual la sociedad kryptoniana decidió tratar ciertos temas sensibles.
El disparador de una de las aventuras más extraordinarias y singulares que ha tenido Superman en los últimos años es el escape de la Phantom Zone de una abominación formada por la amalgama de tres kryptonianos. La captura del mismo pone a nuestro héroe en la posición de tener que ingresar en la zona para explorar la misma y deducir cómo se pudo generar una fisura que permita tal evento. Esto terminará por catapultarnos a las mismísimas implicaciones morales de la invención de Jor-El (el proyector de la Phantom Zone) que permitió a los kryptonianos una rápida pero controvertida solución a los problemas de criminalidad que tenía esa sociedad.
«Phantoms» es el nombre que lleva esta saga, y tiene un doble sentido: por un lado, hace referencia directa al territorio que va a tener que explorar Kal-El y por el otro remite directamente a los fantasmas del pasado con los que tendrá que lidiar nuestro héroe, algunos que lo incluyen de manera directa y otros que invocarán la presencia de Jor-El, y su responsabilidad con esta dimensión. El guionista hizo, como es costumbre, una exhaustiva investigación sobre la cantidad de personajes que terminaron, de una u otra forma, transportados a la Phantom Zone: Ursa, Zod, Non, Jax-Ur, el Professor Vakox, Faora Hu-Ul y Xa-Du, el Phantom King. Último, pero no por eso menos importante, tenemos también al estoico Mon-El, quien para poder ser salvado de un envenenamiento por plomo fue transportado a esa zona. En su visita a esta dimensión, nuestro héroe descubre, entre otras tantas cosas, que Mon-El se transformó en el nuevo Phantom King, y desde ahí encontró un sentido a su vacía existencia.
Cuando un par de números después Kal-El aterriza en Krypton y tiene la oportunidad de reunirse y conversar con sus padres biológicos, días antes del funesto destino del planeta natal que lo vio nacer, entendemos que esta aventura no solo desafía la percepción tradicional de la Phantom Zone sino que también reinventa la conexión de nuestro héroe con su planeta natal. Waid explora temas como la redención y la justicia a través de una trama que se enreda entre lo mítico y lo personal, para mostrarnos a un Superman que es tanto un ser de inmenso poder como de profundos dilemas morales, los cuales deberá resolver en una suerte de descenso dantesco que pondrá en jaque sus creencias más de una vez.
Una vez finalizada esta saga, en el nº 1081 de Action Comics, Waid se toma unos meses de descanso en el título para regresar recargado y enfocarse en Smallville, y en los años formativos de Clark, utilizando un poco de retro-continuidad para revelarnos las primeras apariciones públicas con traje de un joven Clark Kent.
Paralela a la narrativa principal, la serie cuenta con sub-tramas ilustradas por Michael Shelfer y protagonizadas por personajes secundarios como Superboy, Kong Kenan (el Super-Man asiático con el que tuvimos contacto por primera vez en la movida de Rebirth, hace casi 10 años), Supergirl, Jon Kent y Natasha Irons. Estos relatos adicionales funcionan como un alivio cómico de la serie y son el balance perfecto ante el extenuante drama que presenta el arco principal. Pero además añaden dimensiones adicionales al universo de Superman, y permiten que incluso los fans más fieles de los personajes secundarios tengan algo que esperar con ansias en cada entrega.
Como mencioné unos párrafos atrás, en el apartado del dibujo lo tenemos principalmente a Clayton Henry, quien ya nos iluminó con su arte en la colección de Jon Kent, la cual también supe traer a esta sección. Si me apuran, les diría que es el dibujante idóneo para la precisión que necesita un guion como el de Waid en esta serie, ya que posee un don para la narrativa clara, algo que es de vital importancia en una historia como esta. Páginas nítidas con una buena dosis de espectacularidad, dan forma a un estilo visual que complementa perfectamente la intensidad y la profundidad de la trama. Con cada página, Henry capta la esencia heroica de Superman mientras infunde una frescura que atrae tanto a los lectores de larga data como a los recién llegados.
Este enfoque renovador no solo celebra las raíces del personaje sino que también las expande, al desafiar a Superman a enfrentar conflictos que son universalmente resonantes. El paso de Waid por Action Comics es un testimonio muy vívido y actual de cómo los comics pueden ser un medio para exponer debates filosóficos profundos mientras se mantienen fieles a su corazón superheroico, y en ambos casos resultan muy entretenidos.