Maldito Mainstream

Chip Zdarsky narra en clave de historieta la lucha de un veterano autor de comics por recuperar los derechos sobre su creación.

Public Domain

11/08/2023

| Por Matías Depettris

2 comentarios

¿Cuál es el motivo por el cual regreso una y otra vez mi mirada hacia la obra del canadiense Chip Zdarsky? ¿Acaso creo que este autor es una suerte de Brian K. Vaughan de los últimos 10 años? Aún cuando ambos autores tengan la misma edad (47 años), apenas un año más que mi persona, es evidente que así como una década atrás el oriundo de Ohio supo interpelarme y tocar hondo en mi alma comiquera con obras como Ex Machina, Y: The Last Man, sus Runaways, Pride of Baghdad o el comienzo de Saga, hoy evidentemente la fibra de mi ser/lector está atravesada por los guiones de Zdarsky. Y cuando digo «hoy» me refiero a mi persona los últimos cinco años, mínimo, porque dentro de esta sección, nuestro escritor fan del hockey sobre hielo tuvo una entrada dedicada a su Marvel Two-in-One (el triunfal regreso de los Fantastic Four pero en dupla) en Agosto del 2018, una protagonizada por su Daredevil en Mayo del 2019, una que por fin abordó a la genial serie Sex Criminals en Diciembre del mismo año y finalmente una que festeja su Batman en Noviembre del año pasado. Con la entrada de hoy, el bueno de Steve Murray (tal su verdadero nombre) se habrá ganado el galardón de ser el autor que más veces apareció como co-creador del comic del mes del Maldito Mainstream de Comiqueando. Tome usted su copa virtual y unas palmadas en la espalda, buen hombre, se las merece.

Y no es que necesite más reconocimientos el tipo que acaba de ganar un Eisner por, oh casualidad, la serie que estoy por reseñar acá mismo, y además carga con la etiqueta de ser el primer escritor en guionizar Batman y Daredevil al unísono, ¿no? O sea, hablemos de buscar la mejor forma de dejar de vivir a la sombra de Frank Miller, ¿eh?

Dicho esto, Public Domain es, en algún punto, algo «novedoso» para el autor, ya que es la primera vez en la cual encara el guion y el dibujo del comic, lo cual transforma a esta serie en una obra completa de autor. Y no conforme con eso, para llevar adelante este proyecto firmó un contrato conjunto con Image y con Substack, una plataforma digital que proporciona infraestructura de publicación, pago, análisis y diseño a través de subscripciones pagas a un newsletter que pone en contacto al autor con sus subscriptores de manera directa, y garantiza un piso de monetización del proyecto con condiciones muy firmes para las entregas por parte del autor.

¡¿Pero de qué carajos va entonces Public Domain, por el sagrado corazón de Jesús, María y Joseph?! Bueno, de una historia que tristemente para los que llevamos décadas en esto de leer no solamente historieta sino también la cocina detrás de ella nos resulta hartamente conocida: un autor crea un personaje para una editorial, luego ese personaje cobra importancia y termina por ser un Superman, un Batman o un Spider-Man. El paso siguiente es que deja de ser un «personaje» y se transforma en una franquicia, y es explotado por esta empresa hasta el infinito en animación, series de TV, películas con presupuestos millonarios y recaudaciones inconmensurables, juguetes, videojuegos, etc. En el camino queda el autor, que entregó quizás meses, y muchas veces años a la construcción de las sólidas bases de este personaje en el papel para que luego la editorial pudiera sacar asquerosos provechos económicos. En algunos casos es completamente ignorado sin ningún tipo de compensación económica y en otros la editorial lo «convence» de entregar absolutamente toda la patria potestad sobre el personaje y sus ramificaciones por una cifra ridículamente baja, o al menos un valor que se nos figura muy bajo cuando se lo mide con las ganancias que obtiene la compañía que explota esa IP.

El título del comic en algún punto hace alusión de manera obvia a alguna de las aristas de un asunto que no por complejo deja de ser entretenido de abordar desde la perspectiva en la que decide encararlo Zdarsky, y de todos modos es un juego de palabras con el nombre del personaje/superhéroe protagonista del comic en cuestión, Domain. Y en esta ensalada de referencias cruzadas entre la ficción y algunas tranfugueadas que ocurrieron en la vida real podremos reconocer, por ejemplo, la «colaboración» entre Bob Kane y Bill Finger para crear a Batman que los lectores y la cultura pop en general terminó por conocer en profundidad casi 40 años después de la primera aparición del personaje (con el segundo hundido en la pobreza, completamente olvidado y luego muerto). O las discrepancias de créditos en la creación de decenas de personajes de Marvel entre Stan Lee y Jack Kirby, Steve Ditko o quien sea que el buenazo de Stanley Martin Lieber haya querido cagar en ese momento.

Los protagonistas del comic son, como no, uno de los autores originales de Domain, Syd Dallas, y sus dos hijos. Syd, por supuesto, en su momento cedió absolutamente todos los derechos sobre su personaje a la editorial que lo publicaba, porque en ese momento, décadas atrás, le pareció lo más sensato. Pero claro, en este mundo ficcional que desarrolla el autor, la única franquicia comiquera que se convirtió en una máquina expendedora de millones de dólares por día es The Domain, y si bien a Syd no le fue mal en la vida, ya que pudo casarse, comprar su propia casa y criar a dos hijos varones, sus mejores años se los entregó al trabajo como co-autor de este comic. Sin embargo, no sólo no tuvo el rédito económico que se merecía, sino que además descuidó mucho a sus seres queridos y depositó la responsabilidad de sacar adelante la familia en su paciente esposa. En este punto se me viene a la cabeza un montón de entrevistas que leí y escuché sobre un autor que ya mencioné, Jack «King» Kirby, de quien se conoce que tenía un comportamiento que rayaba en lo compulsivo hacia el trabajo, un workaholic hecho y derecho que también tuvo sus rispideces con las editoriales, no sólo por la falta de reconocimiento en los créditos sino incluso por la devolución de originales propios.

Lo más refrescante del paseo al que nos invita Zdarsky se comienza a generar en el nº3, que es el momento en el cual gracias a un documento que aparece casi sin que nadie se lo proponga, Syd tiene la oportunidad de recuperar los derechos sobre su personaje, o en su defecto lograr una compensación proporcional a los beneficios económicos que le dio esta franquicia a la editorial/corporación multimedia. Y lo que sucede de ahí en adelante es, para mí, el punto de quiebre que transforma una buena idea en una aventura magnífica de la cual uno no puede anticipar cuál va a ser el siguiente paso.

Como para cerrar, hablemos un poco del dibujo de Public Domain, ¿no? Bueno, no es magnífico. Está bien, es correcto, es funcional a la historia y cumple con lo necesario para narrar y por momentos impactar. El dibujo de Zdarsky en Sex Criminals era una fiesta en cada número, con momentos en los cuales los personajes entraban en una suerte de trance sexual-temporal culpa de sus orgasmos en conjunción con una habilidad de la química entre la pareja y cosas locas que se explican (?) en la serie, y cuando esto ocurría el color y las tintas cambiaban para denotar estos momentos, y aún cuando eso no ocurría de todos modos la narrativa del comic era muy fresca, muy fluida, con un montón de detalles en los fondos… No los quiero desalentar pero la distancia entre la faz visual de una serie y otra es bastante grande, y tiene sentido que así lo sea: acá el genio de Chip está a cargo por primera vez de guion y dibujo. Y así y todo, Public Domain fue uno de mis comics favoritos del año pasado, y espero con ansias su regreso triunfal.

2 respuestas a «Public Domain»

  1. Logan_San

    Si, la verdad es que es difícil no encariñarse con el tipo.¡Gracias por leer y comentar, Nahuel!

  2. Nahuel2017

    Comparto la Obsesion con Zdarsky! Encima un copado siempre respondiendo a los fans en redes.

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