Tercera entrega de esta ambiciosa mega-nota en la que reunimos a un amplio equipo de especialistas para recordar y recuperar 100 hitos fundamentales en la ilustre historia de nuestra historieta. Hoy te ofrecemos otros 10 clásicos de siempre, para descubrir o re-descubrir.

100 AÑOS DE HISTORIETA ARGENTINA – Parte 3

12/05/2012

| Por Staff de Comiqueando

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Tercera entrega de esta ambiciosa mega-nota en la que reunimos a un amplio equipo de especialistas para recordar y recuperar 100 hitos fundamentales en la ilustre historia de nuestra historieta. Hoy te ofrecemos otros 10 clásicos de siempre, para descubrir o re-descubrir.

ALBERTO BRÓCCOLI

por Diego Accorsi


El bróccoli es un vegetal francamente triste, ideal para dietas sacrificadas, es soso, feo hasta para mirar. Por suerte, la historieta argentina contó con un bróccoli genial. El 16 de febrero de 1943 nació en Adrogué Alberto Osvaldo Bróccoli y desde chico quiso ser dibujante y humorista. Su primer trabajo profesional data de 1965 para la revista Tía Vicenta con el seudónimo Misterio. Sus chistes, historietas y caricaturas desfilaron por las páginas de muchas revistas en los ´60 y ´70, como Adán, Panorama, La Hipotenusa, Rico Tipo, Atlántida, Semana Gráfica, Vosotras, Para Tí, Autoclub, Somos, Primera Plana y Mengano (de la que en 1974 integra el consejo de dirección) entre otras.

En 1970 crea una serie magnífica para la Siete Días: Juan y el Preguntón. Esta historieta que va de lo burocrático a lo surrealista fue luego reeditada en varios libros en nuestro país y en el exterior. Su éxito la llevó al diario Tiempo Argentino y luego a La Nación, como tira diaria y página dominical.

Paralelamente, en 1973 Bróccoli crea a su personaje emblemático: el Mago Fafá. El universo de este fracasado showman está plagado de referencias a otros comics (envidia a Mandrake, cuenta chismes sobre Popeye y otras personalidades “del ambiente” que incluso se cruzan por sus tiras) y de personajes secundarios queribles y geniales (Catuto el asistente, Rodolfo el conejo, etc.). Fafá se paseó por Clarín, Gente, Siete Días, La Hoja del Lunes y hasta tuvo merchandising y su propio dibujo animado (en 1978 el autor realizó diez cortos animados). Además de libros recopilatorios, El Mago Fafá se publicó también en varios países de América y Europa. A fines de 1979 crea para el diario La Nación a Pérezman, un superhéroe frustado, imbuído de la realidad nacional del momento, con su ayudante SuperÁvit y más complejos que poderes. Además, Bróccoli incursionó en la investigación histórica junto a Carlos Trillo, con quien realizó dos volúmenes para el Centro Editor de América Latina: «El Humor Gráfico» y «El Humor Escrito».

Artista plástico, humorista sin par, Alberto Bróccoli vio truncada su carrera profesional con una temprana muerte. El 25 de octubre de 1985 falleció a los 42 años tras una larga enfermedad, en su Adrogué natal, dejando tras su paso personajes inolvidables que siguen haciéndonos reír, con un estilo de dibujo único y extraordinario.

CAZADOR

por Amadeo Gandolfo


El Cazador de Aventuras, se llamaba originalmente. Hay que acordarse de que el Cazador al principio era, básicamente, una continuación de la orgullosa tradición de la historieta de aventuras criolla, solamente que aggiornado para los años 80, para una generación más cínica, más dura, en la cual el antihéroe reinaba y la creencia en los relatos colectivos se había sacrificado ante la voluntad de un individuo extraordinario. Un Sargento Kirk procesado por Frank Miller.

Después retornaría a principios de los 90s y sería otro: gigantesco, anabolizado, cargado con una bolsa de humor escatológico y grotesco. Como Boogie el Aceitoso dibujado por Bisley. Pero seguía siendo divertido, su exageración tenía un sentido y era una buena parodia.

Luego vendría todo lo demás, el interminable desfile de protagonistas del momento en versiones mal dibujadas, los chistes fáciles, el éxito increíble, las revistas paralelas, las tiradas monstruosas. Como la década en que se volvería famoso, Cazador se transformaría en un interminable desfile de fantasmas, en una economía irreal (¿Cómo podía un comic argentino tener esas cifras de venta?), en un fantoche kitsch de silicona y pretensiones de nuevo rico.

Y finalmente, sucedió algo aún más imprevisto: la desaparición casi total de ese fenómeno que fue Cazador de la faz de la tierra. La emigración de sus dibujantes al trabajo en el exterior, el cierre de sus revistas, el olvido colectivo. Estos 10 años sin Cazador nos han permitido verlo a la distancia y darnos cuenta de porque es una historieta tan problemática, tan fastidiosa y a la vez importante. Es una parodia y totalmente serio, parte de una tradición nacional y con elementos de importación extranjera, frívola y sintomática de un momento histórico, divertida incluso a pesar nuestro, un gran diseño con un pésimo sentido del humor. Nos guste o no nos guste, El Cazador es parte de la historia de la historieta argentina, y deberíamos mirarlo con un poco más de cariño.

CYBERSIX

por Fede Velasco


La obra mas conocida de la dupla Carlos Trillo-Carlos Meglia, quizás sea su laburo menos personal y más irregular. Obligados a trabajar con un montón de ayudantes para poder mantener los inhumanos ritmos de producción que les implicaba llevarle a los lectores la historia de la heroína-vampiro-travesti. En el momento de mayor auge de la serie, llegaban a realizar 150 páginas por mes entre las historias cortas de 12 paginas y las novelas gráficas de 96. Asi superaron la nada despreciable suma de 6000 páginas en los 7 años que duró la serie.

La publicación arrancó en Italia en 1992, en la revista Skorpio, ya que la Eura Editoriale quería competir con la editorial Bonelli, presentando un personaje fijo con historias de 12 páginas semanales. El ritmo de publicación semanal se mantuvo hasta el ‘96, con un total de 117 capítulos de 12 páginas publicados. Pero es a partir de Noviembre de 1993 que, debido al gran éxito de la serie, la editorial les empieza a pedir a Trillo y Meglia álbumes de 96 páginas mensuales en un principio y más tarde bimestrales, los cuales saldrían por los próximos 5 años hasta alcanzar el volúmen 45, en el cual la serie terminaba con un final abierto.

También se publicó en Francia, en España y, por supuesto, en nuestro país, donde arrancó en el n° 33 de la revista Puertitas, para más tarde tener algunos especiales en formato comic-book. Por desgracia, nunca le fue demasiado bien y la publicación nunca pasó de esos pocos episodios, más algunos que salieron en la etapa clásica de Comiqueando, entre los n°s 10 y 19.

Pero la criatura de Von Reitcher no se privó de nada, y como si no le alcanzara con esa cantidad animal de historietas, se dio el lujo de pasar dos veces por la pantalla chica. La primera fue en la televisión local, en la patética serie protagonizada por Carolina Peleretti, en 1996. Y después, la maravillosa serie animada canadiense del ‘99, que tuvo tan sólo 13 capítulos, pero que alcanzaron para que todos nos quedáramos con ganas de ver mucho más.

DIOGENES TABORDA

por Andrés Accorsi


Diógenes Taborda no fue exactamente un historietista, y sin embargo su importancia en la historia de nuestro Noveno Arte es insoslayable. Taborda fue el primer dibujante popular, masivo, trascendental.

Nació en Concordia, Entre Ríos, y llegó a Buenos Aires en 1911 en busca de un trabajo como dibujante. Su debut se produjo en el diario Sarmiento pero el éxito llegó cuando desembarcó en Crítica, de la mano de Natalio Botana. Fue en ese medio (el más audaz y popular de su época) donde “el Mono” Taborda se impuso como uno de los grandes humoristas gráficos argentinos. Con un humor directo, poco sutil, basado en agudas caricaturas y un increíble poder de observación, Taborda rápidamente se convirtió en un auténtico ídolo popular. Le interesaba mucho el deporte, especialmente el turf, y sus innumerables anécdotas burreras se convirtieron en las famosas viñetas “Hípicas”, su éxito más resonante. También le gustaba la vida nocturna, los teatros y los boliches donde se cantaba y bailaba tango. Incluso ilustró partituras de varios tangos y hay uno, compuesto por Armando Rho Salas y titulado “Hípicas”, en homenaje a Taborda. Su otra afición era la política, a la que satirizaba duramente en sus viñetas, aunque llegó a ser amigo personal del presidente Marcelo de Alvear.

En 1917 aportó diseños para El Apóstol, una película de dibujos animados dirigida por Federico Valle, en la que se satirizaba la figura de Hipólito Yrigoyen. El Apóstol tiene el honor de haber sido primer largometraje animado de la historia.

En la década del ´20 apareció la revista Monos de Taborda, que recopilaba lo mejor de su trabajo en los diarios y que fuera la primera en usar el formato apaisado, luego popularizado por Patoruzú. Además de las famosas viñetas del Mono, la revista incluía historietas de sus dos asistentes: Pascual García y un tal Dante Quinterno.

Taborda murió a los 37 años, el 3 de Junio de 1926, en la ciudad de Mendoza, víctima de una dolorosa enfermedad. Su funeral fue un evento masivo que conmovió a Buenos Aires, sólo comparable al de Carlos Gardel. Ese mismo año, la AFA (por entonces presidida por Natalio Botana) puso en juego la “Copa Diógenes Taborda”, a modo de homenaje al ídolo.

EL ETERNAUTA DE HGO/ BRECCIA

por Pablo Turnes


Es inevitable la comparación ente El Eternauta de Alberto Breccia y la versión de Solano López. Sin embargo, lo de Breccia debe entenderse como la obra de un autor en evolución continuada desde Mort Cinder (1962-64) – quien aparece en un póster colgado en la pared del estudio Oesterheld, en la primera página -; un mismo punto de partida para un camino radicalmente diferente.

El affaire Eternauta consistió en la polémica que desató entre los lectores de Gente. Como bien ha señalado Laura Vazquez (El Oficio de las Viñetas, 2010), lo que irritaba no era cierta bajada de línea de Oesterheld, progresivamente politizado, sino los experimentos gráficos de Breccia en su reinvención del mito fundacional de la historieta argentina. No era para menos: los escenarios que pinta el dibujante son espeluznantes, a menudo incomprensibles a primera vista, viñetas que exhiben un expresionismo abstracto de muerte, de soledad, de vacío. Como afirmaba Masotta: “Un cotidiano masivo puede tolerar el humor en el interior de sus páginas, pero no el expresionismo”.

El año 1969 – cuando Breccia dibujó la muerte del sueño pequeñoburgués de la clase media – fue agitado: el Cordobazo ponía fin al ciclo dictatorial de Onganía; los grupos militantes radicalizaban posiciones en la lucha armada, el Che Guevara había muerto dos años antes en Bolivia. El panorama mezclaba la voluntad ideológica con los desastres políticos. Ni siquiera en una fábula canonizada parecía haber refugio: Breccia lo mostraba descarnadamente, rasgaba sus viñetas, distorsionaba los cuerpos y los espacios. Era un punto de no-retorno.

La editorial de Gente dio por concluido el experimento antes de tiempo. Lo que quedó, condensado por el apuro, es una obra terrible, oscurísima, brillante. Fue el non plus ultra de la historieta como lenguaje. Se revelaba la necesidad de comenzar a transitar otros formatos, otro público, otros alcances. Llegó demasiado temprano, tal vez, y nos ha dejado un legado tan amargo como fascinante.

LANGOSTINO

por Javier Hildebrandt


Langostino debuta en el primer número de la revista Patoruzito, en Octubre de 1945. Su creador, el Maestro Eduardo Ferro –responsable también de hitos como Bólido, Tara Service, Pandora, Cara de Ángel, Chapaleo, Chicle Bang y muchísimos más- recibe el encargo de Dante Quinterno de realizar un personaje basado en Vito Dumas, el famoso navegante que había dado la vuelta al mundo en velero. Con esta referencia surge Langostino Mayonesi, botero del Riachuelo que con sus ahorros compra el barco “Corina” y se manda a navegar sin rumbo fijo, a buscar a la aventura, o más bien a que la aventura lo encuentre a él. Cuando los siete mares y los lugares históricos le quedan chicos, “Lango” se interna en regiones fantásticas como Desconfialia, Sincerilandia, Fubtolia, y otros países cuya principal característica se define en su nombre. Después de más de 20 años de publicación en Patoruzito, la historieta –como su personaje- sigue un rumbo errático: recala primero en “Don Gregorio”, el suplemento de historietas del diario Cronista Comercial, más tarde en La Maga, y luego de forma esporádica en Crisis, Comic Magazine y la revista dominical de La Nación.

Langostino destaca rápidamente de sus contemporáneas por su parodia a las formas clásicas de la historieta de aventuras, y por el humor delirante e indefinible que se volvería sello distintivo de Ferro. El protagonista es casi una exégesis del bohemio, el poeta despreocupado que se mete en alta mar a que, sencillamente, la vida lo sorprenda. La apuesta a la ruptura se amplía a medida que evoluciona la historieta, y en sus últimos años la puesta en página se deshace de cualquier atadura formal: se elimina la división de las viñetas, pululan las onomatopeyas y los personajes que aparecen por cualquier lado, y el delirio en la trama se hace cada vez más presente. En el número especial de la revista Quevedos, publicado luego de recibir el premio homónimo, Ferro cuenta que “era una expresión genuina de mi manera de sentir el momento. Como siempre entregaba tarde, llegué a hacerla en dos horas… Miraba dónde lo había dejado, suponte que colgado de un precipicio y, si no se me ocurría nada, prolongaba la situación, le agregaba un parlamento filosófico, y si llegaba al fin de la página sin cerrar la idea, le incorporaba una nueva complicación. Y así seguía. Me divertía mucho y era un oasis para mí, donde ponía todo”.

Obra quintaesencial de uno de los más grandes humoristas argentinos, Langostino está pidiendo a gritos que lo rescaten. Ya va siendo hora.

NIPPUR DE LAGASH

por Quique Alcatena


Cuenta la leyenda que allí por el ’67 el joven dibujante Lucho Olivera, fascinado por la lectura de uno de los libros claves de la sumerología , “La Historia Empieza en Sumer”, de Samuel Noah Kramer, instó al también joven guionista Robin Wood, con el que ya había colaborado para Columba, a trabajar juntos en un relato que se ambientara en la antigua Mesopotamia asiática. Grecia, Roma, el medioevo, habían sido hasta entonces el escenario habitual de las historietas que se desarrollaran en “la Antigüedad”, pero nunca la tierra entre el Éufrates y el Tigris. La serie prendió, y cómo…
Wood, en la mejor tradición folletinesca de Mika Waltari, paseó a su sumerio errante por todo el Medio Oriente de 2500 años antes de Cristo, mezclando hábilmente la epopeya y el melodrama, el mito y el anacronismo (como era típico del género “peplum”). No importaba que los hititas, enemigos jurados de Nippur, no aparecerían en el escenario histórico hasta muchos siglos después. Wood buscaba recrear el espíritu de un mundo antiguo y remoto, no el rigor arqueológico. Lo mismo hizo un inspiradísimo Olivera, deslumbrado por la obra fílmica de esos dos soñadores, Pasolini y Fellini. Con su trazo vigoroso y sutil a la vez, diestro en el manejo de las sombras, en el personalísimo empleo del “collage”, el dibujante correntino definió al personaje para siempre.

ROMPECABEZAS

por Hernán Martignone


Recopiladas en un magnífico libro de la editorial Colihue, estas historietas cortas de Pablo De Santis (guión) y Juan Pablo “Max Cachimba” González (dibujo) reunieron en la revista Fierro (primera etapa) a los entonces ganadores del concurso “Fierro busca dos manos”.

De Santis se transformó, con los años, en uno de los mejores escritores argentinos (el mejor de su generación), con novelas como La traducción, El teatro de la memoria, La sexta lámpara y El enigma de París, pero no abandonó nunca su pasión por el noveno arte (sobre el que además teorizó mucho y muy bien). Hace poco nos brindó, con Juan Sáenz Valiente, esa maravillosa novela gráfica que es El hipnotizador, y en la Fierro actual realizó con Frank Arbelo otra joya: Justicia poética. Max Cachimba, por su parte, desarrolló una carrera ecléctica (es además un notable artista plástico), cercana al delirio en el mejor sentido de la palabra, con mucho de absurdo pero con una fundamental comprensión de lo que significa narrar en viñetas.

Los guiones que dan origen a Rompecabezas tienen todos los elementos del mundo desantiano y son lecciones de relatos breves: una idea sumamente original, un desarrollo con las palabras justas y con frases memorables, finales redondos pero que no clausuran múltiples interpretaciones. Un personaje, en la historia que da título al libro, afirma: “como en los buenos relatos, siempre hay entre las piezas reales una pieza fantasma, un hueco sin rellenar”. Cachimba, que por entonces tenía unos dieciséis años, dibuja como los dioses: se adapta a lo que tiene que contar cambiando de estilo prácticamente en todas las historias, pero manteniendo su identidad; hace una puesta en página perfecta, revolucionaria casi siempre; no se cansa de poner detalles y de dar más profundidad (si cabe) a los guiones. La dupla se mueve con soltura en todos los géneros que toca: ciencia ficción, parábola, policial, alegoría, fantasía… Estas historias podrían haber sido dibujadas por otros artistas, incluso de un estilo realista, y hubieran sido posiblemente igual de buenas como historietas. Pero no hubieran sido únicas.

LA VACA AURORA

por Hernán Ostuni


La Vanguardia, diario oficial del Partido Socialista, decidió ser un diario de opinión y ahí comenzò con dos tiras. Tadeo el Violinista , que era dominical, y otra diaria cuyo nombre era Don Alfonso y contaba las aventuras de un nuevo rico. Es en esta tira en donde a partir de 1939 aparece esporádicamente la Vaca Aurora, creada por el gran Mirco Repetto (1915, Italia-1996, Buenos Aires).

La experiencia en La Vanguardia dura poco tiempo. ya que el diario vuelve a sus origenes y se convierte nuevamente en el vocero oficial del Partido Socialista, por lo que Mirco debe emigrar. A instancias del director del diario El Mundo, Muizio Saenz Peña , el dibujante es convocado a realizar una tira diaria en ese periódico. Repetto propone recuperar el personaje de la Vaca, a lo que el director le responde negativativamente diciendo que “una vaca no, es mucho laburo dibujar cuatro patas todos los dias”. Por ese tiempo Billy Kerosene (pseudónimo de Luis Alberto Reilly) se va de Patoruzú para fundar la revista Cara Sucia y allí recala Mirco con su vaca. que debuta oficialmente el 24 de Julio de 1940. Distintos problemas hacen que Cara Sucia finalmente cierre al poco tiempo.

Pasararian diez años hasta ver nuevamente a Aurora. Esta vez será en la revista Mundo Infantil que dirigia Mariano Juliía, donde sus historias se publicaron por espacio de doce años. Tras el cierre de Mundo Infantil, la Vaca pasa a la revista Anteojito. En paralelo, en los primeros años ´70 tiene su propia revista de aventuras de la mano de CieloSur Editores, sin faltar nunca a la cita las páginas de Anteojito, donde vivió sus últimas aventuras, ya en los ´80.

La historia gira en torno a tres personajes principales: Nicodemo el Boticario, su ayudante Floripondio (ambos tomados de personajes personajes reales conocidos por el propio Mirco) y por su puesto la Vaca Aurora, que si bien no hablaba, se hacia entender perfectamente.

Mirco me dijo una vez : “La Vaca me hizo muy feliz, somos muy buenos amigos”. Y sí, Mirco era una persona así, sencilla, amigable en el trato… un hombre feliz.

VITO NERVIO

por Gustavo A. Ferrari


Vito Nervio, sagaz detective, hábil púgil, galán encantador, trashumante mundial, pero sobre todo gran porteño, fue uno de los personajes clave de la historieta argentina durante la época de oro que va de los años ´40 hasta principios de la década de 1960. Creado originalmente por Mirco Repetto y Emilio Cortinas, este investigador criollo inició sus aventuras el 11 de octubre de 1945 junto con la revista Patoruzito y dos años más tarde pasaría a manos de una nueva dupla creativa, Leonardo Wadel y Alberto Breccia, artífices definitivos de su duradera fama.

Vito resuelve casos en todo el mundo, desde Australia hasta Escocia, de la Costa Azul al África, de París a Argentina. Su principal antagonista es la organización criminal llamada el Triángulo Verde, liderada por los malvados Van Kranach y Madame Zabat, pero también tuvo varios enemigos formidables como el Dr. Wong, Mosquín, Totón, El Carcelero y El Rata. Sus historietas se publicaban a modo de folletín y se extenden aproximadamente durante 15 o 20 números cada una. Breccia dibujó la serie de manera consecutiva por 11 años, hasta el número 633 (13 de febrero de 1958), luego del cual se alternaría con Club de Aventureros (otra historieta de la misma dupla). Desde 1951, Wadel introduce una novedad argumental, los “Casos Relámpago” que se resolvían en una entrega y ofrecían la solución del caso en la última tira pero al revés, apuntando hacia abajo. De esa manera, se interactuaba de modo lúdico con el lector, al incentivarlo a buscar la respuesta del enigma con las mismas pistas con que contaba el gran detective. Otro conjunto de relatos breves fue “Vito Nervio abre su carnet”, donde el investigador recordaba casos previos en dos o tres entregas. El último episodio de la serie, llamado por enésima vez “Vito Nervio contra el Triángulo Verde”, finaliza en el nº 793 (9 de Marzo de 1961).

En esta serie puede percibirse el completo desarrollo artístico de Breccia entre 1947 y 1961. Vemos la evolución desde la copia del estilo de Cortinas, pasando por un trabajo prolijo aunque recargado y detallista; para luego estilizarse (influenciado por la obra de artistas como Milton Caniff) privilegiando un trazo más suelto y grueso del pincel, que le da mayor aplomo a las figuras y los rostros. En los últimos episodios, ya se perfila el Breccia posterior, con el uso de claroscuros y abundantes negros, fuertes contrates, ambientaciones y climas sórdidos y ominosos.

En la década del ´70, Breccia y Wadel intentarían retomar el personaje para la revista Chaupinela. La idea era aggiornarlo, y presentar a un Vito Nervio cincuentón, director de una Academia de Detectives Privados. Realizada por Breccia en un estilo tradicional (en una época en la que ya era reconocido por algunas de sus obras más rupturistas), con colores saturados aplicados mecánicamente y un lenguaje por momentos anticuado, la historieta tuvo escasa repercusión y sólo se publicaron 3 episodios.

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