Quinta entrega de esta colosal mega-nota que se propone rescatar 100 hitos de la centenaria historia de nuestra historieta. Autores, personajes, revistas y editoriales fundamentales, que dejaron su impronta en nuestra forma de leer y sentir la historieta, y también clásicos semi-ocultos, a los que los cambios en los gustos del público condenaron a un olvido injusto contra el que hoy combatimos desde esta humilde trinchera.

100 AÑOS DE HISTORIETA ARGENTINA – Parte 5

22/07/2012

| Por Staff de Comiqueando

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Quinta entrega de esta colosal mega-nota que se propone rescatar 100 hitos de la centenaria historia de nuestra historieta. Autores, personajes, revistas y editoriales fundamentales, que dejaron su impronta en nuestra forma de leer y sentir la historieta, y también clásicos semi-ocultos, a los que los cambios en los gustos del público condenaron a un olvido injusto contra el que hoy combatimos desde esta humilde trinchera.

CARLOS NORTON + EL LEON DE FRANCIA
por Andrés Accorsi


Para mediados de la década del ´30, cuando la historieta argentina empieza a cobrar rasgos de industria, echa mano a un truco muy habitual y muy efectivo: traer a las viñetas a personajes populares surgidos en otros medios.

El primero es Carlos Norton, un detective porteño nacido en un serial radiofónico que se emitía con gran éxito en Radio Stentor. En Octubre de 1935, el diario Noticias Gráficas convirtió a Norton en el protagonista de una tira semanal (salía sólo los lunes), que contó con guiones de José Amenábar y dibujos de Roberto Bernabó.

Los autores rodean al atlético, valiente y perspicaz Carlos Norton de un elenco de personajes secundarios que no existían en la versión de la radio y lo llevan a vivir varias aventuras con bastante acción, si bien la historieta se basa mucho en los abultados bloques de texto. El dibujo, de estética realista cercana a la de Alex Raymond, es bastante estático y con poca onda. Sin embargo, la tira fue un éxito (la obra teatral del personaje también) y el hecho de que los misterios tuvieran lugar en lugares reconocibles de Buenos Aires seguro suma unos puntos.

Años más tarde, en 1951, Radio del Pueblo alcanza un suceso memorable con el serial El León de Francia, un folletín de aventuras creado por Adalberto Campos y Roberto Valenti. Dos años más tarde, la revista El Tony convierte al León de Francia en una historieta, con el dibujante Fernand (Fernando Fernandez Eyré) a cargo de la faz gráfica. Los dibujos eran bastante precarios, pero la acción cautivó a los lectores, que ya conocían por la radio a Rodolfo, el hijo del rey de Francia que actúa al margen de la ley como un intrépido enmascarado al estilo de El Zorro.

El León de Francia con su cruzada nocturna en favor de los desposeídos, su atractiva ambientación histórica y su explotación del tópico del justiciero con doble identidad, tuvo un éxito increíble y su publicación se extendió hasta fines de 1956. Roberto Valenti, por su parte, se convirtió en el guionista estrella de Columba, donde adaptó otros trabajos suyos, novelas de otros autores y escribió guiones originales para historieta, entre ellos una secuela, «El hijo del León de Francia» (1955) también con dibujos de Fernand.

EL HIPNOTIZADOR
Por Javier Hildebrandt


Alto, ojeroso y de aspecto lúgubre, Arenas, el hipnotizador, llega para hospedarse en el hotel Las Violetas. Como si a su figura no le faltara misterio, el hombre se pasea insomne todas las noches por la habitación. A Salinero, el dueño del hotel, le preocupa esta situación («Los hoteles están hechos para dormir. Se pueden hacer otras cosas, pero si falla el sueño, el hotel no sirve» dice al comienzo de la historia), por lo que se decide a seguirlo a sus presentaciones en teatros semidesiertos y tratar de conocerlo un poco más. Allí se entera de los inicios en su profesión, del amor perdido de Livia, la rivalidad con su colega Darek y aquello que desde hace tantos años le sigue quitando el sueño. Publicada primero por entregas en la revista Fierro, y luego recopilada –y retocada- en libro por Random House, El hipnotizador marca el retorno a la historieta –como quien vuelve a un barrio del que nunca se fue- de Pablo de Santis, el más clásico de los narradores modernos. Lo acompaña en este regreso el talentoso Juan Sáenz Valiente, gran constructor de climas que obtiene chapa también, en esta historieta, de eximio narrador. Esta comunión entre guionista y dibujante no podría ser más perfecta. La historia de Arenas y su «maldición», envuelta en un perfume de misterio y melancolía, se desarrolla en pausada progresión, como quien entra poco a poco en un extraño sueño, tamizada con algunos capítulos unitarios de resolución magistral («El coleccionista de días» y «El retrato de Adela», entre ellos). La relación entre el entrañable Salinero y Arenas remite de inmediato a las duplas de protagonistas misteriosos y secundarios un tanto ingenuos, características de la obra de Oesterheld (Mort Cinder y Ezra Winston, o Sherlock Time y Luna, por ejemplo). Esta atmósfera que propone la trama encuentra, entonces, su perfecta traducción gráfica en el trazo de Sáenz Valiente, cuyas figuras desgarbadas, paisajes elegíacos y butacas de felpa apolillada difícilmente puedan imaginarse de otra manera. En suma, 68 páginas que nos invitan a abrir los sentidos y dejarnos llevar en un trance tan hipnótico como placentero.

EL MONO RELOJERO
por Andrés Accorsi


Nacido como protagonista de un cuento infantil escrito por Constancio Vigil, el Mono Relojero se transformó a principios de los ´70 en una de las mejores historietas infantiles jamás creadas en nuestro país.

El debut viñetil del Mono se produce el 3 de Abril de 1972, y sus aventuras -serializadas de a dos páginas por semana- continuaron hasta 1976. El equipo creativo estuvo integrado por un brillante y joven actor y autor teatral, ahora convertido en guionista de historietas: nada menos que Enrique Pinti. La faz gráfica quedó a cargo de una dupla que ya había mostrado su enorme jerarquía en las hsitorietas de Doña Tele, uno de los personajes del Clan de McPerro: Oscar Fernández y Daniel Branca. La dupla exhibía las sanas influencias de la escuela francobelga, especialmente de Franquin y Roba, y también de los antiguos dibujos animados de los Hermanos Fleischer y de las «Silly Symphonies» de Disney.

Con su sombrerito fez y su trajecito de jardinero, el Mono Relojero vivió fascinantes aventuras por todo el planeta, viajó a otros mundos y a otras épocas. Con su reloj mágico de pulsera peleó contra gángsters, sultanes malévolos, gitanos ladrones de niños, y otros malhechores. Con un «reloj mágico de pie» (obsequio de «Misia Pepa», otro personaje de Vigil), el Mono recorrió el tiempo y el espacio, siempre guiado por Pinti, Fernández y Branca. También protagonizó innumerables portadas de Billiken y algunos chistes de una sóla página.

Poco conocido en Argentina (donde nació en 1951), Daniel Branca emigró a España a mediados de los ´70 y se labró una carrera estelar como dibujante de historietas para editoriales como Bruguera y sobre todo Egmont, el sello danés que produce material con los personajes de Disney. Branca trabajó durante años en series como Donald Duck y Uncle Scrooge, a tal punto que fue definido por un crítico alemán como «el Carl Barks de las Pampas». Lamentablemente, Branca falleció con sólo 53 años, en Enero de 2005. Aprovechamos para homenajearlo en esta reseñita de su obra más destacada de las que se conocieron en el mercado argentino.

EL NEGRO BLANCO
por Martín Casanova


El Negro Blanco es, de algún modo, hijo del Loco Chávez. Ambos guionados por el gran Carlos Trillo, eran periodistas que trabajaban en un ficticio diario Clarín. Había mujeres hermosas (antes dibujadas por Horacio Altuna, ahora por Ernesto García Seijas), investigaciones, humor y picardía.

Cuando Altuna se va, el Loco lo sigue, y en la ficción se muda a España con Pampita. Queda una vacante, y después de algunas tiras de transición (tipo «Hombres Trabajando»), debuta el Negro Blanco en la contratapa de Clarín del 13 de noviembre de 1987.

La primera gran diferencia con su antecesora es el dibujo. Que digan lo que quieran, Altuna será un genio y hace unas minas despampanantes, pero García Seijas debería ser considerado un dios de la historieta mundial. Su prolijidad, dinamismo y versatilidad lo hacen único. Refleja tan bien la época (los autos, la tecnología, la vestimenta) que te transporta a esos seis años entre fines de los ´80 y principios de los ´90. Además, García Seijas retrataba con maestría a personajes reales, como Marcucci (un amigo de Trillo, que era pelado, narigón y con panza, pero irresistible para las mujeres) y la periodista novata Flopi Bach, inspirada en una (por entonces) poco conocida Araceli González. Casi no hacía falta explicar quiénes eran cuando aparecía una «celebridad invitada», como Alejandro Romay o Madonna.

Pero pasemos a la trama. A mí, se me hacía densa (de hecho, la página a color, quincenal y autoconclusiva, me resultaba más interesante). Lo que me molestaba, en ese entonces, era la repetición de la fórmula: El mujeriego del Negro conocía una mina buenísima, hacía sus investigaciones, tenía reflexiones machistas… A veces volvía su eterno amor, Chispa, o asomaba algún personaje excéntrico, como su padre (arqueólogo) o su media hermana adolescente. De vez en cuando, Trillo tenía sus destellos de verdadera genialidad, y la historia se iba para cualquier lado, como la maravillosa secuencia onírica en la que el Negro protagonizaba una historia de fantasía épica (montando un monstruo alado, con el escudo de San Lorenzo). La tira tenía sus altos y sus bajos, pero cuando la recopilaron la Eura en Italia (como «Bruno Bianco») o acá, por Ivrea, se leía más orgánico y completo.

En un ejemplo de verdadero meta-cómic, casi a fines del ’93, una medium le anunció al Negro que la historieta estaba por finalizar. Así, apresuradamente, la historieta llegó a su fin, para ser reemplazada por el Nene Montanaro, también periodista, y esta vez a cargo sólo de Altuna y sus mujeres despampanantes (por si no la leyeron, era pésima).

Un injusto final para esta obra que, a la distancia, se reconoce como brillante. Leer hoy al Negro Blanco es viajar en el tiempo, es divertirse con el arquetipo del macho argentino y disfrutar del trazo perfecto de una variedad de mujeres sexys… inocentes algunas, y muy inteligentes otras.

NEKRODAMUS
por Diego Accorsi


Si bien fue creado por H.G.Oesterheld, éste es uno de los pocos- sino el único- de sus personajes que es más recordado por etapas posteriores, con otros guionistas. El demonio que busca la redención apareció en las páginas de la revista Skorpio -nº16, enero de 1976- con dibujos del impactante Horacio Lalia. A veces apenas un alquimista de paso, a veces un justiciero que da consejos, otras un poderoso demonio imbuído de una gran gama de poderes místicos, este personaje generalmente se enfrentó a tiranos, brujos o déspotas de cualquier índole que se cruzara en su derrotero en busca de una humanidad que parecía tener de sobra. Pero el Guionista Supremo no pudo llevar adelante muchos episodios de esta prometedora serie, y tras varios substitutos, dejó de salir durante 1978. En 1980 con Lalia y guiones de Ray Collins, vuelve el demonio a las páginas de la Editorial Récord, pero serán menos de una veintena de episodios para su salida en 1982. En 1990 Nekro tiene una nueva oportunidad, de nuevo con lápices de Lalia y un joven Walter Slavich en los guiones que abren una etapa memorable, plagada de grandes aventuras (Skorpio nº164, feb. 1990). Con énfasis en Gor, el monstruoso ayudante y su perro Lepra, esta etapa dio cátedra de buena historieta a lo largo de cuatro años (52 episodios), con una mística increíble entre los lápices de un Lalia consolidado en su estilo y un Slavich que toma todos los riesgos, busca todas las puntas, despliega todo su armamento en historias impactantes, atrapantes y sólidas. Tras un poderoso final en la Skorpio 217, Nekrodamus podría haber quedado en el olvido, pero su propio dibujante de siempre, siguió peleando para que este humanitario demonio siguiera entre las páginas de la historieta argentina: en 2008, en la revista Pandemonium nº1, Horacio Lalia reversionó el origen de Nekro (con ayuda de los Accorsi Bros.) para volver a lanzar las aventuras de la etapa escrita por Walter Slavich en la fallida editorial Thalos. Este demonio se niega a desaparecer y como tantas veces en sus propias historietas, seguramente volverá a resucitar.

PATORUZÚ
por Pablo Sapia


Si hablamos de Historieta Argentina, sin dudas, en lo más alto del podio por calidad y popularidad encontramos al Cacique Patoruzú, quien a fuerza de huijas y canejos se abrió camino, arrancando desde atrás, como lo hacen los grandes. Patoruzú aparece por primera vez como personaje secundario en la tira Las Aventuras de Don Gil Contento, que se publicaba en el diario Crítica, el 19 de octubre de 1928. Su autor, Dante Raúl Quinterno, por aquel entonces muy joven, ya contaba en su haber con varios personajes, entre ellos Don Fermín, que se publicaba en la revista Mundo Argentino.

El primer escollo que tuvo que vencer Patoruzú fue su propio nombre, ya que su creador lo anunció, en los días previos a su aparición, como Curugua–Curiguagüigua. Quinterno recapacita rápidamente y, en la primera tira en la que aparece, le cambia el nombre por Patoruzú, «ya que el tuyo me descoyunta las mandíbulas» le dice Don Gil. El segundo obstáculo al que se enfrentó el indio fue la abrupta desaparición de la tira, al día siguiente de su debut, el 20 de octubre de 1928. En esta primera –y breve- aparición Patoruzú es presentado esquemáticamente, como todos los personajes de Quinterno, como un pajuerano bueno e inocente que se maravilla con los adelantos de la gran ciudad, apadrinado por el porteño Don Gil.

Resucitando de sus cenizas, Patoruzú reaparece dos años después, el 27 de septiembre de 1930 en el vespertino La Razón, donde Quinterno publicaba desde diciembre de 1928 la tira Julián de Montepío. La aparición del cacique es similar a la de su debut anterior, bajando del tren recién llegado de la Patagonia, donde es recibido por su padrino Julián.

Es en esta nueva etapa donde Patoruzú va adquiriendo su personalidad definitiva. Con muestras de bondad y fuerzas sobrehumanas, el indio va dejando de lado su candidez inicial. La creciente popularidad del personaje hace que el nombre de la tira sea cambiada por el de Patoruzú a partir del 5 de agosto de 1931. La historieta se publica hasta octubre de 1934, fecha en la que La Razón comienza a publicar una selección de episodios antiguos bajo el nombre de El Sueño de Julián, hasta desaparecer definitivamente el 13 de octubre de 1935.


La tercera y definitiva encarnación de Patoruzú se produce el 9 de diciembre de 1935 en el diario El Mundo, esta vez arrancando con su propio nombre desde el primer momento. El autor reformula el encuentro con el padrino, quien pasa de llamarse Julián de Montepío a Isidoro Cañones. Quinterno crece aquí como autor para dar lo más logrado de su producción artística, con una serie de aventuras inolvidables: «El Gitano Juaniyo», «El Loco del caserón», «El águila de oro», «Jonás y la Ballena» y «El Gran Duque de la Mancha» entre otras. Es en El Mundo donde Patoruzú completa su psicología de personaje y recibe el espaldarazo definitivo del público, que animará a Quinterno a dar el siguiente paso: la Revista Patoruzú.

En diciembre de 1936 aparece el primer número de la Revista Patoruzú con periodicidad mensual. Rápidamente pasa a ser quincenal y luego, a partir de su número 29, semanal. Es aquí donde Patoruzú conforma su universo definitivo, con las incorporaciones de Upa, su hermano deforme y sietemesino, El Tata, finado cacique tehuelche y padre de Patoruzú, la Chacha Mama, su madre de leche, Ñancul, el capataz de la Estancia de la Patagonia, su indómito caballo Pampero y finalmente su hermana Patora, además de una interesante galería de Villanos, de los que sobresalen Gastón Guillotín, El Hindú, Mil Caras, y el mismísimo Mandinga. También es revelado el origen mítico del personaje, descendiente de un joven Faraón egipcio Patoruzek I y de Patora la Tuerta.

En la revista semanal se republican las tiras de El Mundo y otras «nuevas aventuras» inéditas, para lo cual Quinterno se rodea de excepcionales colaboradores como Tulio Lovato, Jaime Romeu y Oscar Blotta (padre) entre otros, llegando a vender, en su mejor momento 300 mil ejemplares.

Otro hito histórico es la publicación anual, a partir de diciembre de 1937 del Libro de Oro Patoruzú, que de inmediato se transformó en un éxito de ventas. La revista Patoruzú se editó, con cambios de formato, hasta el número 2045 publicado el 30 de abril de 1977 y el libro de Oro hasta diciembre de 1984.

En octubre de 1956 aparece la revista Las grandes andanzas del indio Patoruzú, donde se recopilan la mayoría de las tiras de El Mundo y de la revista Patoruzú, hasta 1976. A partir de ese año cambia su título por «Selección de las mejores Andanzas de Patoruzú» y comienza a publicar una y otra vez la última, y artísticamente menos interesante, etapa del personaje.

Patoruzú, indio bueno y millonario, generoso y valiente, argentino hasta el caracú, reflejo de la sociedad argentina de los años ’30 y ’40, pide a gritos una reedición con de sus aventuras dibujadas por su autor. Sin dudas no va ser derrotado antes de conseguirlas.

ROBERTO BATTAGLIA
por Andrés Accorsi


Roberto Battaglia nació el 17 de febrero de 1923 en Buenos Aires y falleció en 2005, en algún lugar de Estados Unidos. El dibujante emigró a ese país durante la década del ´60 y desde entonces perdió todo contacto con la profesión que lo consagrara en Argentina, e incluso con sus amigos y familiares. Recién en 2007, una exhaustiva investigación lanzada por un grupo de colegas y amigos logró precisar que Battaglia había muerto dos años antes, probablemente en New Jersey.

Pero vamos a lo importante, que es su labor como historietista. Esta había empezado a despegar con una serie de chistes de una sóla viñeta llamada «¡Nos Tientan!», en la que Battaglia despuntaba como un dibujante sólido, eficaz y sobre todo muy gracioso. Todas estas condiciones serán reafirmadas en sus obras posteriores: Motín a Bordo, Orsolino Director, o María Luz, una nena prodigio creada en 1954, o sea, varios años antes de que Mafalda demostrara que los niños le podían dar ocho vueltas a los grandes.

La creación más importante de Battaglia llega en 1945 en las páginas del semanario Patoruzito. Allí debutan Mangucho y Meneca, dos chicos normales destinados a vivir las más disparatadas aventuras que empezaban en el barrio y podían terminar en cualquier parte. El autor dotó a Mangucho y Meneca de un elenco de personajes tan atractivo que uno de ellos, Don Pascual, se terminó por apoderar del protagonismo de la serie, que se continuó hasta 1962. La etapa en la que Don Pascual queda al frente de la historieta es la realmente clásica, la que se considera uno de los puntos más altos de la historieta humorística en nuestro país. El almacenero convertido en protagonista también se rodeó de muchos otros personajes memorables como el maligno Agustín, el subnormal Taraletti, el policía Grappini, la pechugona Zazá y demás criaturas tan excéntricas como las locaciones en las que Don Pascual y sus amigos aparecían para vivir sus extrañas peripecias, que podían ser fantásticas, policiales, grotescas o hasta de ciencia-ficción.

Se impone el rescate urgente de este material, que es sencillamente glorioso y que resiste sin problemas el paso de las (ya muchas) décadas.

SALVADOR SANZ
por Fede Velasco


Forjado en el under de los ´90 en el mítico fanzine Catzole, Salva es sin dudas uno de los mejores dibujantes de su generación. Con un estilo personal e inconfundible se supo ganar un lugar en el panorama editorial actual, transformándose en parte de ese selecto grupo de autores a los que, para nuestra suerte, lo publican cada vez que hace algo. Gracias a esto podemos disfrutarlo regularmente en la Fierro y además comprar alguno de los cuatro libros que ya tiene editados: Desfigurado, Legión, Nocturno y Angela della Morte.

Con un estilo detallista y altamente climático, Salvador se dedica a explorar en su obra los limites de la realidad, jugando siempre con elementos del terror y la ciencia ficción, en universos demasiado parecidos al nuestro y a la vez totalmente diferentes, con esas criaturas geniales que sólo el puede dibujar.

En sus inicios se le podía criticar que sus historias eran demasiado complejas y a muchas veces los lectores perdíamos el hilo de cómo iba la historia y qué estaba pasando (igual estaba tan bien dibujado que importaba bastante poco). Pero el crecimiento como guionista es notable y aquella falencia de los primeros trabajos quedó superada por una narrativa clara e historias que se desarrollan de manera fluída, creo que en gran medida gracias a la posibilidad de leer la obra completa en su tomo recopilatorio. Al final, resulta que todo ese caos aparente de los capítulos cierra perfectamente en la cabeza de Salvador y en la obra completa, tirando por la borda aquello de que sus historias «no se entienden».
Así que ahí lo tienen, un claro exponente de una generación se formó en la autoedición pero nunca bajó los brazos y se ganó un lugar indiscutido en la historia de la historieta argentina.

SMITH Y CHURRASCO
por Andrés Accorsi


Esta no es ni por asomo una de las mejores historietas argentinas, pero es importante por haber sido una de las primeras. Creada en 1913 por Pedro de Rojas (un nombre importantísimo en los primeros años de nuestro Noveno Arte), Smith y Churrasco introduce por primera vez el relato serial, episódico, con continuará. Y además presenta por primera vez una temática 100% argentina, con personajes y locaciones indudablemente argentinas. De hecho, Churrasco es detective, pero ante todo es gaucho y se viste como tal. No sabemos si hablaba como los gauchos porque por Pedro de Rojas no usaba globos, sino que complementaba a sus dibujos con textos al pie, narrados en tercera persona.

Esto era el principal obstáculo para que la serie, que pretendía combinar la investigación detectivesca con un tono de comedia, fuera efectivamente graciosa. El contrapunto más rico entre un protagonista inglés y un gaucho seguramente saldría de los diálogos, pero nunca nos enteramos qué decían los personajes. De todos modos, los argumentos eran más sólidos y coherentes que los de Viruta y Chicharrón y los dibujos eran muy buenos, aunque Smith fuera mostrado en un estilo más caricaturesco y Churrasco en uno más realista.

La historieta se publicó en la revista PBT hasta mediados de 1915 y si no trascendió demasiado ni fue muy reivindicada con el correr de las décadas seguramente fue porque el uso de los textos al pie la hizo aburrida de leer, un poco porque los textos reiteraban lo que mostraba la imagen, y un poco porque estos no tenían la gracia que por Pedro de Rojas muchas veces lograba crear en las situaciones que dibujaba para ser vividas por Smith y Churrasco. De todos modos, la consideramos importante como para redescubrirla en este homenaje a los 100 años de nuestra historieta.

SÓNOMAN
por Amadeo Gandolfo


Sonoman es una rara avis para ser el primer superhéroe local. Lo cual de alguna manera marca el destino del superhéroe en estas tierras. Sonoman comenzó a salir en 1966 en Anteojito, lugar donde se mantendría durante más de una década. En un anuncio poco antes de su inicio, se lo describía como un héroe sensacional que jamás usaba la violencia y blandía el poder músico mental. Sonoman, en sus primeras épocas, es un héroe didáctico, dinámico y que encuentra las formas más absurdas de resolver los conflictos sin apelar a los viejos puños. Los guiones son divertidos, pero también a menudo carentes de lógica, plagados de casualidades. La verdadera estrella son los dibujos de Oswal, fluidos como el oscilógrafo que da forma a la silueta de Sonoman en el encabezado de cada tira. Un amigo una vez me dijo que él veía a Will Eisner en Oswal y con el tiempo le doy la razón. Sin tener su maestría en el diseño de página (algo también que es consecuencia de la frecuencia y espacio concedido a la serie, una o dos páginas semanales) sus personajes simplemente cantan y se derraman de un cuadrito a otro. Hay algo de Gene Colan, también, en su acción exagerada, en sus paneles de lucha expresionistas, repletos de detalles vibrantes. Oswal también es bueno creando personajes secundarios, dibujando caricaturas como Jasper u Oriente Lin.

Sonoman se vuelve lentamente una aventura trotamundos donde te explican qué es el coral o donde viven los koalas mientras el protagonista corre detrás de villanos más cercanos al serial de aventuras que al supervillano con deseos de conquistar al mundo. En definitiva, nuestro héroe pertenece a un universo inofensivo, donde triunfa el bien y el conocimiento y donde el poder músico mental (de aplicaciones novedosísimas de aventura en aventura) es un poder reactivo y creativo, no destructivo. En otras palabras, la moralidad del superhéroe clásico con la inversión de los medios.

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