Iniciamos la segunda mitad de esta ambiciosa mega-nota, pensada para recorrer junto a prestigiosos especialistas los 100 hitos más destacados en la centenaria historia de la Historieta Argentina. 100 glorias, algunas obvias, otras polémicas y otras cuasi-ocultas, o por lo menos muy poco conocidas por la mayoría de los lectores y fans del Siglo XXI. Autores, personajes, revistas y editoriales cuyos legados merecen perdurar otros 100 años.

100 AÑOS DE HISTORIETA ARGENTINA – Parte 6

15/08/2012

| Por Staff de Comiqueando

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Iniciamos la segunda mitad de esta ambiciosa mega-nota, pensada para recorrer junto a prestigiosos especialistas los 100 hitos más destacados en la centenaria historia de la Historieta Argentina. 100 glorias, algunas obvias, otras polémicas y otras cuasi-ocultas, o por lo menos muy poco conocidas por la mayoría de los lectores y fans del Siglo XXI. Autores, personajes, revistas y editoriales cuyos legados merecen perdurar otros 100 años.

EDITORIAL COLUMBA
por Pablo Turnes


Editorial Columba fue tanto la excepción como la regla: impuso un férreo sistema de control y producción que se tradujo a su perspectiva ideológica en historietas conservadoras; sobrevivió casi 70 años, más que cualquiera de sus competidores. Su lema era simple: hacer una revista que dure de Once a Moreno. Creo que sería bueno entender a Columba desde una mirada antropológica, nos permite entender cómo funciona un dispositivo de relato, de representaciones, de formas de leer que siguen moldeando los cuerpos que suponemos en su mayoría masculinos, proletarios y pequeñoburgueses.

Para las señoritas, existía la Intervalo, educación sentimental de romanticismo pulp. Para los caballeros, El Tony, Fantasía, D´artagnan, Nippur. La dinámica de la acción desconocía al héroe colectivo y se quedaba sólo con el héroe. Lo colectivo era el vulgo débil y sumiso; los otros, traidores y ambiciosos. Muchas veces el protagonista no escapaba a estas características. Interesante: la cuestión no está en no ser inmoral o violento, sino de serlo del lado correcto.

La iteración era su lógica estética: personajes masculinos fuertes, seudónimo para los guionistas, letrado mecánico imperturbable, coloreado barato. Se pagaba por cuadro al guionista y al dibujante. Un mismo molde: reducción de costos, maximización de ganancias, un producto ya instalado y fácilmente reconocible. El editor gana, los autores cobran, el lector se distrae entre provincia y capital.

Pero suceden que están las historias: Gilgamesh, Nippur, Savarese. Entre tanta cadena de montaje se abrían pequeños espacios donde la imaginación nunca tiene asegurado sus límites de antemano. Creo que existe, a pesar de todo, la posibilidad de reapropiarse de la acción congelada para transformarla en un gesto político. Como lo explicaba Jacques Rancière: «…] si toda imagen muestra simplemente la vida invertida, devenida pasiva, basta con darla vuelta para desencadenar el poder activo que ella ha tergiversado.»

EDUARDO LINAGE
por Andrés Accorsi


Este dibujante y caricaturista nació en España el 13 de Octubre de 1901 y llegó a Buenos Aires 24 años más tarde. Aquí se consolidó como un destacado profesional, sobre todo en la década del ´30, que es donde se encuentran sus obras más importantes. Linage colaboró en medios como Páginas de Columba, Noticias Gráficas, Crítica, Atlántida, Caras y Caretas, Damas y Damitas, Para Ti e Intervalo, entre otros. Algunos de sus personajes importantes fueron Julio y Julián, Los éxitos de Pepe Antenita, Macachín y Benteveo, Julieta la que no encontraba a su Romeo, Suicidola y su adaptación al comic de la novela El Pirata Rojo, de Fenimore Cooper.

Pero los éxitos más memorables de Linage son dos. En primer lugar, en la revista Atlántida, publica entre 1931 y 1932 La Señorita Pilar Delira por Manejar, una historieta modernísima para su época, con viñetas grandes, enfoques muy diversos y una protagonista bien a la moda, una auténtica flapper. Muy de keruza (porque aparecía en una revista muy conservadora) La Señorita Pilar fue la primera historieta en plantear la lucha de las mujeres por ser consideradas en roles sociales equiparables a los de los hombres. Mucho más éxito logró Linage en 1932, cuando en la legendaria Caras y Caretas presenta Las desventuras de Maneco, protagonizadas por un porteño piola, que quiere figurar entre la alta sociedad que tiraba manteca al techo, a la que no pertenecía ni por casualidad. Esta historieta generó el popular latiguillo «¡Sonaste, Maneco!».

Con su estilo innovador, plástico, dinámico y muy apto para la comedia costumbrista urbana, Linage fue casi el Cliff Sterret de la historieta argentina. Falleció en Buenos Aires, el 7 de Agosto de 1977.

EL ETERNAUTA
por Martín Casanova


«Era de madrugada, apenas las tres. No había una luz en las casas de la vecindad: la ventana de mi cuarto de trabajo era la única iluminada. (…) De pronto un crujido. Un crujido en la silla enfrente mío, la silla que siempre ocupan los que vienen a charlar conmigo».

Así empieza Héctor Germán Oesterheld a narrar su primer encuentro con El Eternauta, quien se materializa de la nada, ante su atónita mirada. Antes de Morrison en Animal Man o Byrne en She-Hulk, un guionista (argentino) se convertía en personaje de su propia obra.

Era el 4 de septiembre de 1957. En la revista Hora Cero semanal, HGO y Francisco Solano López comenzaban a narrar la historieta de aventura y ciencia ficción más reconocida de nuestro país. Los pibes de la época, a quienes hoy envidiamos fervorosamente, iban corriendo al kiosco para poder leer la próxima entrega. Pero me juego a que todos recordamos la primera vez que leímos al Eternauta, a Juan Salvo, Elena, Martita, Favalli y Pablo. Al héroe colectivo, aquel que nace cuando trabajamos en equipo.

Los manos, temibles extraterrestres que nos subyugaban en nuestra propia Buenos Aires, eran un claro ejemplo de la temible maquinaria de la guerra: recibían órdenes de ir al frente de batalla, mientras que los verdaderos artífices del horror, los «ellos», permanecían en las sombras, lejos del conflicto.

Es difícil leer una historieta de más de 50 años y no sentir que ha quedado desactualizada, inocente, sosa. No es el caso del Eternauta, que hoy se sigue leyendo como una obra fascinante. Solano aporta un trabajo fastuoso en el dibujo, con la reconstrucción de nuestras calles porteñas, la cancha de River, la General Paz, Plaza Italia. Pero HGO convierte este relato de aventuras en una lectura adulta, obviamente influenciada por una seguidilla de gobiernos militares que desfilaban en el poder, así como por el manejo tras bambalinas de los países del primer mundo. Lo más horroroso, quizá, es que siga sonándonos como un conflicto muy actual…

Aunque El Eternauta sea una obra fantástica y sirva de archivo histórico de la Buenos Aires de fines de los ’50s, ha pasado a la historia por eventos infames. HGO, muy comprometido políticamente, fue desaparecido por la última dictadura militar, luego de realizar una reinterpretación para la revista Gente (1969), con dibujos de Alberto Breccia (absolutamente crítica al imperialismo) y una secuela (1976), con gran carga política y social. A su muerte se le sumó el reclamo de Ediciones Récord por los derechos de la obra. Se abrió un conflicto con tres frentes: los herederos de Oesterheld, la antigua editorial, y el maestro Solano López, quien nos dejó recientemente.

Pero el Eternauta no es de nadie… y es de todos. Es el héroe colectivo. Es el pueblo, el que «unido, jamás será vencido». Es una brillante obra de ficción, y un manifiesto de que aún entre nuestros millones de defectos argentinos, todos escondemos a un héroe dentro.

EL SUEÑERO
por Pablo Turnes


Surgida en Fierro en 1985, El Sueñero es como un regalo envenenado: desconocemos su carga mortífera hasta que lo abrimos. Entonces ya es tarde. Hemos caído en el embrujo de Enrique Breccia, quien tiene el don especial de hacer de cada viñeta algo en sí misma, pequeños universos en blanco y negro desperdigados por toda la página. Y ahí viene el sopapo: El Sueñero es un manifiesto político-existencial tan personal que sólo admite lugar para una persona, su autor. Y en eso está su encanto terrible, porque Breccia no quiere convencer a nadie. Planta posición sin pretender que lo sigan; su camino ya está decidido de antemano. Y su dibujo es tan bueno, que tenemos que seguirlo.

Las historietas de Breccia hablan su propia lengua: hay metáforas, citas, ironías. Pero en algún punto, más profundo que las traducciones explícitas del peronismo, el nacionalismo, el imperialismo – o lo que es lo mismo decir: una visión de la historia argentina con sus amigos y enemigos, como toda historia -; se esconden algunos signos, guiños, un idioma secreto que probablemente sólo su autor sepa leer con certeza. Era una estrategia de ubicación en el mapa de la Argentina post-dictatorial, de ahí también su impacto revulsivo. Compárese con el desafortunado devenir de su segunda parte en la segunda versión de Fierro, y se entenderá lo importante del contexto político inmediato como factor constituyente de El Sueñero.

Nos queda su legado: una forma extrema de historieta autoral, una saga fantástica y reaccionaria que hablándole a los restos de esa sociedad destruida por la dictadura, nos habla a nosotros desde nuestro postapocalíptico 2001. Dos sociedades heridas que son la misma, Breccia las cose a puntadas de facón de ciencia ficción criolla. El Sueñero declara que, para mejor o peor, no hay más futuro que el presente. En él tendremos que resisitr.

GUILLERMO DIVITO
por Diego Accorsi


Este talentosísimo dibujante, ilustrador y humorista argentino nació en 1914 con varios nombres: José Antonio Guillermo Divito. «Willy» empezó los 15 años y recorrió todo el escalafón del artista de aquel entonces, desde limpia-pinceles a editor. Porque su talento era inagotable y sobresaliente, cuando entró a la factoría de Quinterno aprendió el oficio y superó a sus maestros. Cansado de que el patrón le obligara a alargarle la falda y reducirle el busto a sus extraordinarias mujeres de tinta china y lápiz, Divito se fue. Sus primeros personajes famosos en las páginas del semanario de Patoruzú (como Oscar Dientes de Leche, Hijas de Eva -antecedentes de las legendarias ‘Chicas de Divito’-, La Verdad de la Milanesa, Enemigos del Hombre y De Tal Palo tal Astilla) fueron apenas escalones para su alta cima del éxito, que llegaría en 1940, en la revista El Hogar, con El Otro Yo del Dr. Merengue.


En 1944 sale a la calle el nº1 de Rico Tipo y Divito demuestra que su estilo, sus chicas en poca ropa y sus personajes pueden competir con el poderoso Quinterno, con una venta de más de 350.000 ejemplares semanales. Desde las páginas de la revista, Willy marcó la moda y refrescó el humor con nuevos personajes como Fúlmine, Pochita Morfoni, Fallutelli, Bómbolo, Gracielita y el Abuelo (un viejo verde fiestero inspirado en su propio padre), además de su sello particular y esperado por la sociedad de ese momento: la Chicas de Divito. En 1949 Fúlmine fue protagonista de un largometraje escrito por su propio creador y el editor-artista recorrió el mundo tomando nota de la moda y las movidas, para no anquilosarse y presentarle a los argentinos la buena vida de otras latitudes. Coleccionaba autos, viajaba en yate, lanchas, escuchaba jazz, hacía buceo, fue dueño de un par de boliches top… Solterón pirata, divertido y laburador, se fue demasiado rápido: el 5 de julio de 1969, con apenas 55 años, iba en su Fiat Sprt 1500 por una ruta de Santa Catarina, Brasil, y lo embistió un camión.

La Rico Tipo siguió tres años más, pero lo importante es lo que Divito nos dejó como artista: no sólo una colección de personajes y unos dibujos extraordinarios, sino un acto de valentía, de osadía y determinación, de confianza y superación, porque en lugar de agachar la cabeza y quedarse para siempre a las órdenes de un patrón con un sueldo seguro, se la jugó y apostó a su talento, que por supuesto, lo hizo ganar y convertirse en un grande del humor y la historieta nacional.

GUSTAVO SALA
por Amadeo Gandolfo


A Gustavo Sala la mayoría lo conocimos en la prehistoria menemista, apareciendo con un trazo sucio y mugriento y chistes que oscilaban entre el mal gusto y la más punzante parodia, en la Comiqueando con sus Historietipos. Al principio producía un impacto importante: ¿quién era ese tipo que llenaba páginas de fluidos corporales? El tiempo nos revelaría que era un nuevo y genial talento. Proveniente de Mar del Plata, productor de sus propios fanzines durante la larga sequía de los 90s, con la llegada de los 00s, Sala finalmente se consagraría y todo el mundo podría conocer a José Luis Perales, el fanático de los Redondos, a Bife Angosto, sus incesantes y siempre precisos chistes utilizando nombres del ambiente rockero y artístico (que le han traído más de un problema injustificado) y hasta a El Baño, esa saga delirante donde la apuesta parece ser siempre aumentar la cantidad de eventos y seres bizarros que la protagonizan. La gran arma de Sala es la repetición. Todos los personajes de Sala hacen exactamente lo mismo una y otra vez. Su gracia procede del marco en donde esas repeticiones se suceden. José Luis Perales siempre dirá «Aguanten los Redondos!» ya sea frente a la disyuntiva de elegir un sabor de helado o frente al colapso apocalíptico de nuestra civilización. La manera en que Sala dibuja esa repetición, la voluntad que pone para llevar el remate de su humor hacía territorios cada vez más alejados en asquerosidad o absurdo, es lo que lo vuelve grande. Su dibujo ha mejorado muchísimo desde sus primeros días, pero sin nunca abandonar su primordial deformación (vital para todo humorista gráfico) y su deseo de dibujar anos, vómitos y penes hasta que solo sean elementos de una taquigrafía satírica. Con Sala la popular frase «más de lo mismo, pero mejor» se aplica de una manera gloriosa.

LOS FANZINES
por Fede Velasco


La importancia que tienen estas publicaciones es innegable: alcanza con pensar que el Cazador (si bien en una versión muy diferente a la actual) arrancó en este formato o incluso la mismísima Comiqueando, sirviendo de semillero para destacas personalidades del ambiente.

Sin embargo fue recién a finales de los ´90 cuando se dio el auténtico «boom de los fanzines», una movida que llevó a la existencia de no menos de 70 publicaciones a lo largo de todo el país, e incluso a la conformación de una asociación que nucleara a todos los autores involucrados.


Esto se dio en un momento muy particular, sin grandes editoriales (ni tampoco chicas) a las que acudir en busca de trabajo, un montón de dibujantes y guionistas se vieron obligados a autopublicarse, lo que generó una camada de autores/editores que arrancaron en el medio sin presiones editoriales y libertad total de contenido a la hora de plasmar sus historias. No quiero ser injusto a la hora de dar nombres porque me van a quedar tantísimos afuera, pero así arrancaron Salvador Sanz, Angel Mosquito, Lucas Varela, Gustavo Sala, Javier Rovella, Diego Agrimbau, Dante Ginevra, Fernando Baldó, José Luis Gaitán, Caro Chinaski, Julio Azamor, Fede Pazos, Diego Cortés, casi todos los integrantes de La Productora y muchísimos mas. Hoy todos están trabajando profesionalmente de alguna u otra forma.

Esto generó un momento de excelente calidad artística y el fanzine se transformó en un medio casi fundamental para la supervivencia de la historieta argentina, al punto que algunos profesionales de trayectoria se volcaron al fanzine para ver sus trabajos publicados en nuestro pais. Hoy por suerte la situación es muy distinta: existen varias editoriales publicando y la internet hizo muchísimo más fácil mostrar los trabajos de los autores nóveles. Aún así los fanzines siguen existiendo porque en el fondo ver el trabajo impreso (aunque sea en una fotoduplicación chota) tiene un encanto muy difícil de igualar.

MISTERIX
Por Javier Hildebrandt


Al igual que los pioneros Viruta y Chicharrón, Misterix es un personaje proveniente del extranjero con un importante desarrollo en nuestro país. Debuta en el número de diciembre de 1946 de la revista italiana Le piú belle aventure, con dibujos de Paul Campani y guiones del ignoto Maximino Garnier, que es reemplazado rápidamente por el destacado Alberto Ongaro. Será esta dupla la que emigre a la Argentina y continúe las aventuras del superhéroe en la editorial Abril, que aparecen por primera vez en el número 33 del semanario Salgari.

Como personaje, Misterix tiene una doble filiación: por un lado es hijo de la Italia de la posguerra, hecho que queda registrado en una galería de villanos déspotas y de ideología claramente fascista. Por otro, surge también en pleno apogeo de la energía atómica, que utiliza a través de una pistola y una pila que guarda en su cinturón. Por lo demás, Misterix responde en gran medida al estereotipo del superhéroe anglosajón de la época: John Trevor es un aristócrata londinense que gracias a los superpoderes que le provee la pila (que le permitía, entre otros prodigios, aumentar su fuerza, volar, lanzar rayos paralizantes y derrumbar edificios) se dedica a luchar contra el mal en la forma de diferentes amenazas y archienemigos clásicos del género. Uno de los más recurrentes es Takos, un chiflado nazi que se revela finalmente como hermano del héroe. En sus aventuras, Misterix es secundado por su novia –y luego esposa- Jolly, y por el inspector Burns de Scotland Yard.

La popularidad del personaje es tan grande, que pasa a publicarse en una revista con su propio nombre a partir de septiembre del ’48. Allí, Campani (con un estilo muy cercano al de Milton Caniff) es reemplazado en los dibujos por Eugenio Zoppi, que termina de definir al personaje con características más sofisticadas y se juega a incorporar nuevos ángulos y encuadres. Luego de la partida de Ongaro, la serie pasa por la pluma de un sinfín de guionistas, entre los que se cuentan (varias veces bajo seudónimos) Eugenio Zapiettro, Clemente Greco, Ricardo Bayón y Edgardo Muñoz Cabrera. A su vez, Zoppi abandona los lápices, y entran en su lugar primero Tibor Horvhat, y luego Lito Fernández. El final llegaría con el último número de su revista, el 859, de mayo del ’65. Sujeto a los estrictos cánones del género, el superhéroe de la pila atómica se yergue como referente autóctono de una época en la que la aventura todavía podía dividirse con facilidad entre los buenos y los malos. Chau, Misterix.

POLENTA CON PAJARITOS
por Judith Gociol


Nenucho, de Néstor González Fossat; María Luz, de Roberto Battaglia; Pelopincho y Cachirula, de Fola; la ineludible Mafalda, de Quino; Matías, de Sendra; Enriqueta, de Liniers… Son varios los chicos que han protagonizado cuadritos de la historieta nacional. Pero el mérito de Polenta con Pajaritos, la historia que Tomás D´Espósito –El Tomi– publicó en la revista Fierro en 1986, es que se corrió del origen de clase media de los personajes para darle voz y cuerpo a una infancia socialmente desplazada. Secuela de las dictaduras militares y de las sucesivas crisis económicas, la niñez se hizo trizas en la Argentina: explotó igual que estallan los textos y los dibujos en estas tiras.

Primeros planos, planos detalle y perspectivas cortas, nos acercan a estas historias de pibes con y sin padres, con y sin casa, que juegan, se enamoran, roban, mendigan, se violentan e intentan ser chicos, a pesar de todo. Las figuras están enmarcadas en viñetas enormes, algunas a página entera, porque de otro modo no cabe el heroísmo que el Conejo y sus amigos necesitan para sobrellevar a diario la vida y, si es posible, conservar también la niñez.
«Queridos Reyes mándenme tres cuartos de pan y un acorazado de juguete», repite para sus adentros un chico-ciruja mientras revuelve basurales junto a su papá. Y cuando a pleno sol la tarea se vuelve más ardua todavía, insulta a esos mismos Reyes Magos. Aunque nadie se lo dijo, sabe que Melchor, Gaspar y Baltasar no existen, al menos para él. Pero no importa: otra vez les pide tres cuartos de pan y un acorazado de juguete y otra vez los insulta.

En las viñetas aparece un juego interesante con el idioma, cierta búsqueda poética –generalmente lograda y, a veces, algo forzada– en la que se combina la invención de palabras al estilo de Juan Gelman («maternicaragua», por ejemplo) con el registro eficaz del habla de la marginalidad: «¿Etá hasiendo uté?» «conchilalora» «hijunagranputa».

Una ternura y una crudeza extremas sostienen esta historieta de chicos expuestos a la violencia de unos policías –verdaderas bestias– cuyas desencajadas mandíbulas el trazo certero y virtuoso de El Tomi convierte en dentaduras caninas, mientras las piernas se les vuelven patas de caballos. Hay belleza en esos pibes que el poder y la mirada social intentan afear por todos los medios.

ROBIN WOOD
por Ariel Avilez


Cosa impensada hasta hace poco más de 15 años, hoy los méritos como guionista de Robin Wood ya no los discute nadie y el hombre es blanco constante de homenajes en cuerpo presente y/o efigie: se le dedican programas de TV, páginas de diarios, ensayos, muestras en museos, web sites, etc. ¡Los que antes lo atacaban hasta le perdonan el haber laburado para Columba y todo!

Es que el tipo viene descollando en lo suyo desde 1967 y sería muy lindo poder hablar acerca de «el secreto de su éxito», pero no sabríamos por dónde empezar y probablemente no daríamos en el clavo. Centrémonos entonces en una de las cosas que más llaman la atención de su laburo: la diversidad de géneros, épocas y espacios históricos que es capaz de abarcar con solvencia y brillantez. Desde la fantasía heroica pura, dura y antediluviana de Or-Grund, hasta la novela rosa contemporánea de Helena; desde los escenarios bélicos africanos del siglo XIX defendidos por los muchachos de Aquí la Legión, hasta cualquier rincón del planeta visitado por Dennis Martin a lo largo de la Guerra Fría; desde la oscura España de los Reyes Católicos de El Angel, hasta el futuro indeterminado e interdimensional de Holbeck; desde el lejano oeste yanqui en el que mete bala Jackaroe, hasta la céntrica editorial porteña en la que labura el despistado Tino de Mi novia y Yo; desde la pre-revolucionaria estepa rusa de El Cosaco, hasta el poco alentador paisaje post-apocalíptico de Danske…

Tampoco hay que dejar de mencionar un talento que comparte con muy pocos colegas: al igual que el recordado Carlos Trillo, sabe aprovechar y permitir el lucimiento de dibujantes tan distintos como Mandrafina, Alcatena, Vogt, Canelo o Enrique Breccia, por nombrar unos pocos. Y lo mejor: la cantera de dibujantes parece tan inagotable como su imaginación, así que todavía podemos esperar de él un futuro lleno de obras tan sólidas y memorables como las que nos viene obsequiando hace décadas. Por cien años más.

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