Hacia nuevos confines narrativos
Allá por 2019, Chanti ya contaba con más de 20 años de trayectoria y llevaba publicados varios tomos recopilatorios de Mayor y Menor, su historieta más emblemática o popular, aunque no eran las únicas historietas con personajes fijos que había publicado en diversas revistas (creaciones como Facu y Café con Leche, Pico Pichón, Historias Delirantes, Cachito y Chorlito o Yoco Yaca, también se recopilaron con éxito). Dentro de los parámetros de popularidad que tiene la historieta infantil contemporánea argentina, que hace décadas no es un consumo cultural de masas (más allá de cierto gato, bastante turro y afanosamente inspirado en Garfield), puede afirmarse que Chanti ya era entonces un autor consagrado. Pero como también es inquieto a nivel creativo, en lugar de tirarse a Chanta y simplemente exprimir una fórmula exitosa hasta la saturación o la decadencia, la idea de concebir historietas más largas, sin grillas estructuradas ni remates cronometrados comenzó a imponérsele en sus cuadernos de bocetos. El problema, en todo caso, era la falta de espacio donde serializar historietas así.
Hasta que se alinearon los planetas o, mejor dicho, el sello Planeta Junior le ofreció la posibilidad de encarar una novela gráfica, formato poco explorado en Argentina para la demografía lectora en edad escolar. El pitch que Chanti propuso parecía sencillo y fue aceptado de inmediato, hasta incluía el esquema de un pequeño planisferio, también salido de esos cuadernos: En Animalia hay cuatro reinos. Son reinos que no se conocen entre sí, que ignoran la existencia de los otros. Pero todo esto cambia para siempre el día que llega la tormenta más grande que se pueda imaginar y comienza… ¡la Saga de los Distintos! Dicha saga resultó una apuesta formal sin precedentes en nuestro país, ideada para publicarse a lo largo de cuatro volúmenes (uno por cada reino animal), a lo largo de seis años. Recientemente finalizada, hoy nos metemos en los primeros dos libros.
Desubicados
Todo comienza justo después de la tormenta, en el reino de los mamíferos. Nasu, el coatí, sale de su refugio a buscar a su novia Felisa, pero lo que encuentra es algo que jamás había visto: tendido en el suelo, y a punto de morir ahogado de oxígeno, hay un pez dorado. Aún sin comprender qué clase de criatura es esa, Nasu decide ayudarla y la arrima al arroyo más cercano. A partir de este encuentro, ambos descubren que hay vida más allá de los confines de sus respectivos reinos y que, así como la tormenta expulsó al pez de su líquido hábitat, seguramente alejó a Felisa de su propio medio. Y acá se introduce el primero de los conceptos o ideas sobre los que Chanti tratará de hacer reflexionar a sus lectores, mediante la humanización de su elenco animal: nada menos que la empatía. Nasu ayuda al pez sin pensarlo demasiado, pero definitivamente se pondrá a su servicio al considerar que, allí donde Felisa esté, él espera que alguien también la ayude a volver a ella. No nos llevará demasiadas viñetas comprobar que, en el reino de los mamíferos, no todos razonan igual que Nasu.
Cuando los demás mamíferos descubran al “engendro” visitante, las reacciones irán de la burla a la lástima por ser “discapacitado”, de parte de quienes no logran ver al pez dorado más allá de su morfología y “funcionalidad”. Incluso la ayuda bienintencionada que algunos quieran brindarle resultará inadecuada. La idea de igualdad será abordada en este primer tomo con ingenio, y desde diferentes perspectivas.
En el segundo volumen nos enteramos de cuál fue la suerte de Felisa, mamífero en el reino de los reptiles. La gata de monte despierta en un desierto tan hostil como las serpientes y lagartos que la rodean con intriga: el veneno con el que le harán daño no será el de sus mordeduras, serán más dañinas las palabras de sus lenguas bífidas, y sus parámetros de belleza lo más asfixiante. Felisa intentará escapar primero y adaptarse después, pero no le será nada fácil y la pasará realmente mal. Recién al final del libro encontrará la solidaridad en una madre serpiente que busca a su hija perdida tras la tormenta (la protagonista del siguiente volumen, adivinaron). Y, aún así, la salida vendrá inesperadamente por otro lado, que no spoilearé aquí.
De película
Volviendo a lo que contaba al comienzo sobre la génesis del proyecto, es importante mencionar que semejante trama no es apenas la excusa para bajar línea woke, pero tampoco se queda a medias tintas: Chanti no teme a la incorrección política y se mete con temas que pueden ser espinosos para los adultos (pero no menos universales) y suelen estar entre las inquietudes de cualquier pibe. Dice lo que tiene ganas de decir sin olvidarse de entretener.
Los textos y diálogos, tan afilados como graciosos, rítmicos y densos en el buen sentido, están sostenidos por composiciones de página jugadas y abiertas, y paletas de color que le dan a cada tomo una impronta bien marcada. Hay escenas que resultan muy icónicas, hasta cinematográficas (y que me retrotrajeron al Libro de la Selva y al Rey León de Disney). No olvidemos que el autor es gran conocedor y difusor de la fauna autóctona (hay un glosario al final de cada libro con información concisa y fidedigna acerca de los “actores”), aunque reconoció que se metió “en camisa de once varas” al obligarse a usar especies reales, y que tuvo que documentarse bastante sobre aves y peces.
Se nota mucho el disfrute lúdico que Chanti se propuso en primer lugar, desde lo narrativo y desde lo estético. En ese sentido, el experimento sale bien. Y todavía no recorrimos toda Animalia. En la próxima parte de esta nota, visitamos los dos reinos que faltan.
(Muy pronto, la segunda parte)
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