A 90 años de su creación, DC Comics ha pasado por muchas cosas y se ha enfrentado a muchas tomas de decisiones. Si bien por haber subsistido hasta hoy, uno podría pensar que la mayoría de sus disyuntivas fueron resueltas correctamente, está claro que cuando metieron la pata lo hicieron con todo. En esta serie de notas vamos a encumbrar en un podio a las que entendemos son las diez peores cagadas que se mandaron, las diez veces que sus decisiones resultaron una poronga. Algunas les parecerán menores, otras son terribles; algunas apenas trascendentes para un guion, otras hubiesen cambiado el curso de la Historia. Las cagadas aquí postuladas no están ordenadas por su magnitud, sino por la fecha en que fueron mandadas. Pero la número Uno bien podría estar primera también si tenemos en cuenta un hijoputómetro. Veamos cómo los dueños de DC/National resolvieron cagar a Siegel y Shuster
Para entender los motivos basta con darse cuenta quiénes eran los dueños de la compañía y el momento en que pasó esta defecación colosal. En 1934, a nada de la Gran Depresión, el Mayor Malcolm Wheeler-Nicholson funda National Allied Publications para editar la primera revista de comics nuevos (es decir, que no fueran reimpresiones de las tiras de los diarios) y si bien fue una gran idea, el tema de la distribución, la imprenta y los artistas fue demasiado para Malcolm. Con mucha reticencia terminó por asociarse con dos personajes del bajo mundo que distribuían cualquier cosa por todos lados: Harry Donenfeld y Jack Liebowitz. Juntos fundaron Detective Comics Inc., pero al poco tiempo (Enero del ’38) Wheeler-Nicholson vendió sus acciones y se fue a la mierda. Algunos aseguran que Harry y Jack les pidieron a sus amigos de la mafia que les sacaran al Mayor del medio; lo cierto es que los dos amigos se quedaron con todo y en Septiembre del ‘46 juntaron a las compañías en lo que se llamó National Comics Publications, pero el nombre más conocido es el que le decimos hoy: DC Comics.

Siegel y Shuster, las víctimas más famosas
de una trampa que está por cumplir un siglo.
Para este mismo período, en Cleveland, Ohio, dos adolescentes nerds judíos crean a un personaje para vender en los diarios, pero se pasaron cinco años mostrando a este Superman sin poder colocarlo en ningún lado. En 1935 el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster llegan a Nueva York y logran entrar a trabajar en la National Allied Publications haciendo material nuevo para el Mayor Wheeler-Nicholson, pero hasta ellos se dieron cuenta de los manejos delirantes del dueño de la vaca y no le ofrecieron a su super-creación. En Diciembre del ’37 los pibes de Cleveland firman un contrato para trabajar directamente para la Detective Comics Inc., de Donenfeld y Liebowitz, quienes tenían prioridad para comprar o rechazar todo lo que Joe y Jerry produjesen por dos años con una paga estipulada de 10 dólares la página. En algún momento, los creadores decidieron dejar de esperar por el diario que les comprara al super-personaje y meten a Superman en la ecuación. Así presentan la primera historia a Vincent Sullivan, editor a cargo de casi todas las revistas de la editorial, para facturar trece páginas. De esta manera, la Detective Comics Inc., les paga los 130 dólares correspondientes y en Marzo del ’38 les hace firmar un contrato normal de secesión de derechos por la creación, como era moneda corriente en la Edad Dorada.
El 18 de Abril de ese año sale a la calle la Action Comics nº1 y ante el tremendo e inmediato éxito, los pibes de Cleveland se querían cortar la chota en fetas. DC los mantiene laburando para ellos porque creía que al público le gustaba lo que hacían, necesitaba historias para el personaje y tal vez ellos crearan otro golazo que los hiciera más millonarios. Siegel y Shuster se quedan pensando que desde adentro quizás podían llegar a cobrar algún que otro manguito por Superman, que con el derrame les iba a tocar a ellos, tal vez un poco de justicia. Lo cierto es que firmaron otro contrato de exclusividad donde la editorial tenía el derecho a publicar o vetar todo lo que hicieran por los próximos cinco años, con opción a renovarse por cinco años más. En 1939 lograron un gran aumento: veinte dólares la página y un 5% de las ganancias netas generadas por todos los productos de Superman que no fueran comics, libros o diarios. Jerry y Joe cobraron 400.000 dólares entre los dos, de 1938 a 1947.
Para sumarle picante, en Noviembre del ’38 Siegel propone la idea de las aventuras de Superman como adolescente, con el nombre Superboy, pero no le dan bola, ni lo aceptan ni lo vetan. Lo hace de nuevo en 1940, pero recién cuando él está en el ejército en Hawaii (Diciembre del 1944) Detective Comics publica el nº101 de More Fun Comics donde -siguiendo los lineamientos de Siegel y con dibujos de Shuster- aparece por fin Superboy. Y el creador se entera por una carta que le manda su amigo Jerry, porque la National nunca le dice nada. En 1947 Siegel y Shuster inician acciones legales contra la National Comics Publications por los derechos tanto de Superman como de Superboy, que les da ganancias gigantescas a los avechuchos y monedas a los artistas, pero el juez falla a favor de la editorial, alegando que ellos ya cobraron los 130 dólares y entregaron la obra. No sé cuánta plata o presión metieron Donenfeld y Liebowitz, pero el juez incluso decretó que Superboy era de ellos y no había nada que reclamar. De todas formas, para evitar quilombo, la National arregló por afuera con los artistas y les entregaron 94.000 dólares ($1.230.374 de hoy, ajustado por inflación) para quedarse con Superman y Superboy forever.

Neal Adams al rescate.
Así y todo, los ‘ya no tan chicos’ de Cleveland y sus familias volverían a pelear por sus derechos varias veces, infructuosamente. En 1959 Siegel volvió con el equino fatigado y se entregó a DC para rascar unos mangos. Escribió episodios de la Legion of Super-Heroes y más tarde, el que sería su último trabajo, Superman’s Pal Jimmy Olsen, en 1965. Recién en 1975, con Shuster casi ciego, su compañero de andanzas -apoyado por Neal Adams- y en vistas a que la Warner Bros había comprado la compañía y estaba invirtiendo mucha guita en la película, llevó la lucha a buen puerto. Para evitar críticas contra el film, Warner Communications ordenó poner los nombres de los creadores en todas las apariciones y productos con la imagen de Superman, en la película con Marlon Brando y Christopher Reeve, más un estipendio anual de 20 mil dólares anuales a cada uno, a cambio de no romper más las bolas con los derechos de su personaje. Pero ya se los habían garchado tanto, les cagaron tanto la vida, que esa plata no llegó a compensar esta gran cagada que se mandó la editorial en sus inicios. ¿Cuánto podía afectar a las millonarias cuentas de Donenfeld y Liebowitz si les tiraban unos mangos más a los creadores de su personaje más importante y vendedor? ¿Se puede ser tan avechucho e hijo de puta? Sí, claro. Una mancha terrible en su nacimiento, un pecado original que salpicará a DC por toda su historia. Una gran cagada. La primera de muchas.
6 comentarios