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NOTAS

Fantomah

¿La primera superheroína con poderes de la Historia, o un delirio más del bizarro Fletcher Hanks?
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Lunes 26 de mayo

JUNGLE LIFE, SHE’S FAR AWAY FROM NOWHERE

Hace poco más de 80 años el mundo disfrutaba por primera vez de las aventuras de «Fantomah: Mystery Woman of The Jungle», considerada por algunos estudiosos del Noveno Arte (porque el resto de la gente ni la juna) como la primera superheroína con poderes de la Historia. La misteriosa Fantomah se publicó por primera vez en las últimas páginas de Jungle Comics nº 2, con fecha de portada de Febrero de 1940, una antología de la hoy extinta editorial Fiction House. Como su nombre lo indica, la revista ofrecía historietas ambientadas en la selva, bastante populares en aquel entonces, protagonizadas por diversos clones de Tarzan, Jane y Mowgli; eran historietas donde héroes blancos civilizadores se alzaban como protectores (cuando no regentes) de las selvas del mundo, ya que obviamente los morochitos que las habitaban no podían valerse por sí solos. Eran en su inmensa mayoría historias genéricas de vuelo bajo y sin ataduras, apuntadas a un público poco exigente pero muy ávido de lecturas baratas confeccionadas a contrarreloj y despachadas por kilo. La rubia Fantomah no era la excepción: 7 páginas más para ayudar a alcanzar las 64 que prometían las tapas.

En lo que sí fue excepcional fue en la manera de presentarse: con una serie de poderes imprevisibles, infinitos y sospechosamente convenientes para lo que mierda deparara la trama. Y si bien en su momento las editoriales no tenían un público objetivo tan claro, ni había autocensuras ni estudios de mercadeo que limitaran lo que se podía mostrar, estas historias daban muestra de una crueldad y una violencia gratuita particulares. Fantomah, además de contar con un trazo que hoy definiríamos como grotesco, feísta y sobrecargado, también destacaba por su apariencia iconoclasta: cuando la sensual rubia de vestido negro con transparencias activaba (algunas) de sus habilidades, su bella cara de actriz hollywoodense se deformaba en una espantosa calavera azul (manteniendo, eso sí, la rizada melena) con la que intentaba persuadir sin muchas ganas, a los malhechores de turno para que cesaran en su ruin accionar.

Todas las historias seguían casi al pie de la letra el mismo patrón: La misteriosa Fantomah anda por ahí, observa todo gracias a sus omnisciencia selvática y ve que alguien está a punto de afanarse algo muy valioso, de traficar con algún animal exótico o de cometer algún delito de lesa humanidad. Con su poder de vuelo propulsado por ondas de pensamiento, o mediante una proyección mental según el caso, se le presenta al enemigo (solitario o en patota) en cuestión y le dice que no joda o la furia de la selva se le va a venir encima y coso. El villano la manda a lavar los platos y sigue adelante con sus fechorías, que siempre involucran la destrucción indiscriminada de flora y fauna local, el saqueo o destrucción de algún patrimonio histórico irremplazable, y/o la captura seguida de esclavitud y tortura de algún que otro pueblucho africano sin nombre. Una vez que la sangre derramada ya no puede ser negociada y la destrucción es casi absoluta, recién ahí Fantomah se digna a intervenir y con algún que otro poder sacado de la melena se encarga de castigar a los responsables, ora torturándolos de alguna manera pintoresca, ora haciendo que se los morfe algún bicho, ora convirtiéndolos en unos monstruos incogibles (con opción de que los torturen o se los morfen igual).

A veces, después de esta catártica venganza revertía parte del daño con otro superpoder improvisado y otras no. Pero siempre recibía a cambio la admiración y devoción de sus bronceaditos, con los que de todos modos jamás interactúa directamente y por la que no muestra nada parecido al afecto humano. Tampoco era común que Fantomah mostrara muchas otras emociones, si es que las tenía, o una verdadera preocupación por evitar las catástrofes, que le servían de excusa para dejar volar su violenta imaginación a la hora de impartir castigos.

Con mínimas variaciones, este esquema se repitió en las 14 historias del personaje que llegó a hacer su creador Fletcher Hanks (bajo el seudónimo de Barclay Flagg) antes de abandonar el mundo de los comics para siempre. Hoy en día es imposible leer estas historias sin que nos hagan ruido la disonancia de valores y lo desaforado y simplón de sus argumentos, y quizás allí reside su mayor encanto. Aun cuando claramente no fueron escritas ni dibujadas con intenciones cómicas, las historias de Fantomah son muy pero muy graciosas, quizás sólo igualadas por las delotro hijo predilecto del autor, Stardust The Super Wizard, creado por el mismo demente poco tiempo antes. Entre el dibujo recontra rústico y desproporcionado pero perfectamente reconocible, los guiones burdos y repetitivos y los personajes bidimensionales y maniqueos no suman una. Pero de algún modo su combinación, más la crudeza y falta de filtros a la hora de mostrar los castigos de Fantomah, hacen de ella un bicho raro y tremendamente adictivo para los que revolvemos en el fondo de la olla en busca de drogas duras en forma de historieta.

Si bien en esa época en la que el género de los superhéroes (en el que retroactivamente encasillamos a Fantomah) estaba en pañales no era raro encontrarse con protagonistas asesinos, las obras de Hanks brillan con luz propia y adquieren nuevos matices una vez que sabemos qué clase de persona fue. Fantomah es un viaje de ida, un placer culposo para lectores biempensantes del Siglo XXI, y una bizarreada hermosa de acá hasta África, ida y vuelta.

LAS FANTOMAHS DEL PARAÍSO

Al número siguiente de que su papá la abandonara, en Jungle Comics nº 16, un autor cualquiera -bajo el nombre claramente falso de H.B. Hovious- se encargó de continuar con las aventuras de Fantomah porque la máquina de hacer chorizos no podía descansar. El problema es que lo hizo bajando mil decibeles los niveles de violencia, delirio y diversión que tenía la encarnación original, a tal punto que es difícil considerarla el mismo personaje. Incluso el diseño se volvió mucho más soso, perdió su calavera característica, y hasta se le quiso dar un origen secreto unos números después, mediante un retcon pedorro donde se decía que era la reencarnación de una faraona mítica y qué sé yo qué verga.

​La última aparición de la ahora pelirroja Fantomah fue en el nº 51 de Jungle Comics, aunque para aquel momento ya era prácticamente indistinguible entre las otras “jungle girls” de la casa. Encima, esa aventura final intrascendente terminaba en un continuará que jamás se concretó, para enojo de nadie. Tiempo después la revista cerró, la editorial se fundió, y el personaje cayó en un merecidísimo olvido durante décadas. Ya en los ´80, fue redescubierto, revindicado y hasta republicado gracias al trabajo de capos como el editor, profesor e historietista Paul Karasik, principal responsable de que hoy sepamos más o menos quiénes fueron Fantomah y su creador.

Por suerte, los años que pasaron sin que nadie reclamara al personaje facilitaron que este entrara en dominio público, al igual que el resto de las propiedades de la compañía, y lo mismo pasó con las otras creaciones de Hanks para otras editoriales. Así que hoy en día cualquiera puede hacer con ellas lo que se le cante el upite. Por eso es relativamente fácil cruzarse a la entrañable rubia de cráneo azul como personaje secundario o protagónico en comics tan distintos como Hack/Slash, donde hace team-up con las protagonistas junto a otros personajes de canilla libre; la historieta canadiense llamada Fantomah, donde es reinterpretada como una especie de La Llorona superpoderosa que posee a una chica latina; o incluso en intentos de comics argentinos, como el que vienen perpetrando y posponiendo el caradura que escribe estas líneas junto a su cómplice Migo Pérez Martínez. Esta última tiene de nombre tentativo de “La venganza de Fantomah”, y tratará de volver a las raíces de la Misteriosa Mujer de la Jungla en toda su crudeza.